HOME

Propuesta editorial
Staff
Pautas de Publicación
Contáctenos

NÚMERO ACTUAL

Sumario
Presentación
Artículos
Dossier
Reseñas
N° completo (pdf)

CATÁLOGO

Novedades
Enlaces
Números anteriores
Índice de autores

INVESTIGACIONES

 

1
1
........
Nota
AdVersuS, Año II,- Nº 4, diciembre 2005
ISSN: 1669-7588
1

EL LÍDER Y EL SUPERHOMBRE EN NIETZSCHE

Juan Antonio Calzadilla Arreaza

 

 

El panorama de la sociedad poscristiana (tras la "muerte de Dios") levantado por Nietzsche a finales del siglo XIX no puede ser más desolador. Todos los hombres son igualados al nivel de la mediocridad. Cualquier valor es igual a un término medio, todo extremo o excepción se hace sospechoso de anormalidad. En la sociedad del último hombre, como la llamaría Zaratustra, el individuo excepcional es repudiado, criminalizado, corrompido, normalizado o psiquiatrizado. Nietzsche tiene una idea descabelladamente hermosa: cada uno de esos individuos raros, indóciles, peligrosos para la "normalidad" de las cosas, es un superhombre. El superhombre puja por fructificar, puesto que es como el fruto excelente del árbol social, pero a través de una red societaria, definida por unas bien determinadas estrategias de poder, que tiene por norma impedir su surgimiento. Por ello Nietzsche invertía la fórmula filantrópica tradicional del cristianismo y pedía que se protegiera al fuerte de los débiles.

Quería decir: hay que proteger al individuo especial del imperio de los mediocres. El individuo excepcional es el superhombre que viene pujando desde el fondo de la raza humana. La estrategia general de la sociedad del último hombre es impedir el resurgimiento del superhombre y, cuando emerge, destruirlo de una u otra forma.

 ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!

Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo (Así habló Zaratustra, Prólogo de Zaratustra)

El superhombre es el hombre en el que el hombre va más allá del hombre. Más allá de las posibilidades vergonzosas y tristes del animal humano: bajezas, traiciones, crueldades. Muchas veces abochorna, descorazona la naturaleza humana. El superhombre es lo que hay de salvable para un futuro necesario en la naturaleza humana, su demostración viva y gozosa. El superhombre es una depuración de la naturaleza humana. La naturaleza humana trasmutada en su propio anhelo, en su propio ideal. Biológica o fisiológicamente hablando, en el superhombre se transmuta la especie, porque la especie encuentra en él su propia potencia generadora y creadora.

La creatividad del superhombre no es tolerada por el último hombre. La viabilidad del último hombre, que es el camino de la extinción de la especie, depende de la supresión del elemento perturbador, es decir, innovador que representa la vida del superhombre.

Nietzsche llamaba "modernos" los valores e ideas de la sociedad poscristiana decadente y nihilista, muy parecida a la sociedad neoliberal posmoderna. ¿Por qué los modernos o posmodernos desconfiamos tanto del gran líder? Por la misma razón por la que societalmente repudiamos al superhombre. Descreemos de la excepcionalidad, descreemos del milagro humano. El milagro humano es la posibilidad del superhombre en el hombre. La esencia humana es el devenir superhombre del hombre, a pesar de sí mismo. El superhombre es el hombre de la Creación.

Pero no sólo hay que buscar al superhombre en el porvenir del hombre (y no otro es el espíritu de la utopía). El superhombre existe a todo lo largo de la existencia humana, asombrando a los hombres que lo acompañan. En la historia, el superhombre tiende a fundirse con la figura del gran líder: Moisés, Cristo, Napoleón, Bolívar... El superhombre ha sido el héroe trágico de la historia. Anomalía de la especie, la misma especie propende a su liquidación. Porque lo siente como el mutante que renovando el potencial de la especie va a transformarla en otra. Un "evolutante" amado por los que reconocen la potencialidad de la especie, la fructificación de la esencia humana, pero odiado por quienes repudian todo fenómeno evolutivo: los hombres que no quieren o temen ir más allá de sí mismos.

Pero si el superhombre histórico es una trágica excepción, el individuo traicionado, sacrificado, envenenado, vilipendiado, el superhombre de la utopía nietzscheana es la expresión individualizada de un colectivo, sociedad, pueblo o raza. Por debajo de las redes con que el poder conservativo la domina y la lleva a la muerte por estancamiento, la naturaleza humana produce -como el árbol el fruto- el ejemplar de su magnificencia liberada.

La raza, el pueblo sometido, produce colectivamente la encarnación de su ser liberado. El superhombre es una forma de liberación de la raza.

¿Qué raza o parte de la raza lo repudia y persigue? Las partes conservativas de la raza: el último hombre, que teme todo devenir en que él no se conserve. En la imagen nietzscheana del poder moderno, los débiles o debilitados se confabulan contra la irrupción encarnada de una potencia humana liberada.

Pero la raza liberante acoge y protege al individuo liberado. El colectivo reconoce su esencia superada en su fruto excepcional. A su vez, el superhombre no es el que oprime al hombre. El superhombre conduce al hombre al superhombre. El superhombre histórico es individual, el superhombre utópico es colectivo. El superhombre es la posibilidad latente del superpueblo que él expresa fácticamente. Es toda la especie la que da el salto evolutivo hacia una nueva plenitud de ser, o una forma más rica y coherente de la existencia humana.

Es tiempo de que el hombre fije su propia meta.
Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza.
Todavía es bastante fértil su terreno para ello.
Mas algún día ese terreno será pobre y manso,
y de él no podrá brotar ningún árbol elevado.