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AdVersuS, Año II,- Nº 4, diciembre 2005
ISSN: 1669-7588
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PASOLINI HABLA DE TEOREMA

Entrevista realizada por
Anne Capelle

 

–¿Cuál es la hipótesis, tesis y demostración de este Teorema?

–La permanencia de los grandes mitos en el contexto de la vida moderna me conmovió siempre, pero aún más la incesante injerencia de lo sagrado en nuestra vida cotidiana. Es esta presencia, indiscutible a la vez que imposible de analizar racionalmente, la que intento esclarecer en mi obra escrita o filmada, y la que explico bajo forma de parábola en Teorema.

–¿No teme el simplismo de una historia que parece una demostración matemática?

–Sólo la poesía me atrae todavía como medio de expresión más poética. Descubro una realidad que no tiene nada que ver con el realismo. Y debido a que esta realidad me preocupa cada vez más es que me inclino hacia el cine: el cine aprehende la realidad aún más allá de la voluntad del realizador y de los actores. Teorema es el pasaje de un desconocido muy bello, muy bueno, muy diferente de la familia de burgueses milaneses que lo recibe como huésped. Todos lo aman, todos serán problematizados por él, poseídos por él en el sentido absoluto del término. Después él parte. Y este pasaje de Dios los deja devastados.

–Dios amante de tres mujeres y dos hombres… yo podría preguntarle: ¿usted busca el escándalo?

–Dios es el escándalo, Cristo si volviera sería el escándalo; fue el escándalo de su tiempo y lo sería hoy. Mi desconocido –interpretado por Terence Stamp– explicitado por la presencia de su belleza no es Jesús insertado en un contexto actual, no es tampoco Eros identificado con Jesús; es el mensajero de un Dios despiadado, de Jehová que, por un signo concreto, una presencia misteriosa, saca a los mortales de su equivocada seguridad. Es el Dios que destruye la buena conciencia adquirida inescrupulosamente, al abrigo de la cual viven –o más bien vegetan– los bienpensantes, los burgueses, en una falsa idea de ellos mismos.

–¿Pero el carácter obsesionante de las imágenes es el reflejo de sus obsesiones personales?

–¡Entendió bien! De la misma manera que toda obra, libro o sinfonía traiciona a su autor. Usted me hizo la misma pregunta después de Edipo Rey y seguramente me la hará también después de mi próximo film, en el que evocaré el canibalismo y el erotismo más bestial, aquél que no se satisfacía sino en el acto amoroso con un chancho (N. de la R.: se refiere a Porcile). Le contestaré, como ahora, que hay siempre una identificación del autor con su obra, que ésta, de una manera o de otra, es el medio de resolver sus propios problemas, y sus preocupaciones se reflejan sobre ella.

–¿De dónde viene en Teorema la importancia dada a la homosexualidad, de la misma manera que en Edipo Rey se la daba a la permanencia de las tendencias incestuosas en el hombre?

–Le dije en la época de Edipo Rey: “¿Cuál es el hombre que corta definitivamente el cordón umbilical?”. Hoy podría preguntarle: “¿Cuál es la sexualidad que no está mezclada de ambigüedad?”. ¿Mis obsesiones personales no reflejan acaso aquellas de la mayoría? La diferencia entre homosexualidad y heterosexualidad no cambia nada del problema esencial en lo que toca a la sexualidad. En Teorema éste no es sino el lenguaje para expresar una verdad.

–Su verdad, ya que nadie en el film se salva por esta aparición de lo divino, excepto la sirvienta. “Bienaventurados los simples de espíritu”, eso quiere decir…

–La sirvienta, en efecto, es la única capaz de un milagro, porque, representando al pueblo, ella no está completamente fuera de la realidad; es la venganza de lo sagrado sumergiendo a una sociedad burguesa que lo ha desechado para trocarlo por una religión de confort y seguridad.

–El marxismo también deshecha lo sagrado. ¿Cómo se conjugan en su demostración, y en usted, el marxismo y lo sagrado, aparte de la aparición simbólica, en el final del film, de la hoz y el martillo?

–No creo que el marxismo rechace lo sagrado, rechaza las instituciones eclesiásticas y clericales. El positivismo sobre el cual se fundó el marxismo fue excedido por la ciencia moderna. Hace tiempo Gramsci, el fundador del comunismo italiano, hablaba de “obras nacionales populares” diciendo que ellas debían ser épicas, y, por consiguiente, sagradas. Y no es sin razón que Ian Palach, criado en un medio comunista, llevó a cabo un suicidio religioso como el de los bonzos. (N. de la R.: se refiere al estudiante autoinmolado en Checoslovaquia en 1968 como protesta contra la invasión rusa).

–Los católicos le han otorgado, sin embargo, el premio de la OCIC (Oficina Católica Internacional de Cine)…

–Sí, estos católicos son de izquierda, están en el borde del cisma, y este premio, como el que obtuvo Laura Betti (la sirvienta) por razones completamente diferentes, me causaron placer, pero el placer fue corto. El Vaticano me quiso condenar. Fui acusado, juzgado… y absuelto después de largos meses. Por Teorema lo único que me faltó fue la prisión. Mi película fue prohibida en Italia y se quisieron destruir todas las copias para la exportación.

–¿Bajo el pretexto que había hecho una obra obscena?

–¡Bajo pretexto…! Usted emplea las palabras justas. Teorema no es obscena. Su escándalo no viene de su erotismo, aun si se me reprocha demasiado “fotografiar las braguetas”. El enunciado de este teorema exige ese exhibicionismo. El escándalo es la tesis que yo sostengo, y para el público no es el contenido lo que escandaliza sino la forma, porque ésta es simple y –en apariencia– convencional, pero de hecho rigurosa hasta la provocación.

Entrevista reproducida en Uno por uno – Serie Testimonios, Nº 1, marzo de 1970, pp. 17–18. Traducción: Roberto Marafioti.