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Artículo
AdVersuS, Año II,- Nº 2, abril 2005
ISSN: 1669-7588
1
EL VIAJE MÁS ALLÁ DE LAS ESTRUCTURAS
El estructuralismo norteamericano
Hugo R. Mancuso
UBA-IIRS-CONICET
e-mail: direccion@adversus.org

 

1. Sin lugar a dudas, una de las grandes corrientes de la Lingüística del Novecientos ha sido el Estructuralismo, en sus distintas escuelas y tradiciones, sea como doctrina epistemológica, sea como metodología científica.

En las Ciencias del Lenguaje, el Estructuralismo representa una nueva etapa en la explotación de los principios saussureanos, en la cual el estudio de la fonética -iniciado ya por Saussure y sus contemporáneos (Saussure 1878)- encuentra una nueva formulación en el Círculo Lingüístico de Praga (1926) donde se elabora una nueva metodología para el estudio del significante de la lengua (Trubetskoi (1949); Vendryes 1934; Jakobson 1931), desarrollando y enriqueciendo en el pensamiento saussaureano, un principio tácito de éste, o sea, la sistematización de los sonidos del lenguaje, determinando el papel funcional de los fonemas, valor distintivo fundamental, al considerar las relaciones posibles entre la pertinencia y la práctica social consecuente (lo cual será, a su vez, el punto de partida del proyecto semiológico de Luis Prieto)1 renovándose así la visión y el estudio de la gramática comparada tradicional y en general todos los estudios diacrónicos del lenguaje.

En síntesis, la fonología, al poner de relieve el paralelismo entre el plano del contenido (conceptos) y el plano de la expresión (forma) inicia una veta de reflexión que al aplicarse al conjunto de los aspectos de la lengua, considerada como una estructura constituida por una red de elementos con valor funcional determinado, fundamentan una nueva etapa en la investigación lingüística que tendría "por único y verdadero objeto a la lengua considerada en sí misma y por sí misma" (Saussure, Cours: 125) haciendo un notable esfuerzo por explicar el lenguaje por sí mismo, i.e. por su estructura funcional, examinando "las relaciones que unen los elementos del discurso", tendiendo sus investigaciones a determinar "el valor funcional de esos diferentes tipos de relaciones". Asimismo, "el lenguaje no es un conglomerado de elementos heterogéneos, sino un sistema articulado, donde todo está unido, donde todo es solidario y donde cada elemento toma su valor de su posición estructural" (Ulmann 1959).

Y será por seguir ad litteram esta definición, que la segunda generación de los estructuralistas, desentendiéndose de los hechos de evolución, se han refugiado resueltamente en la sincronía, pero en tanto algunos permanecen fieles a ciertos conceptos de la gramática tradicional, otros superan claramente la oposición forma-substancia y finalmente otros más, llevan la abstracción tan lejos que no se interesan más que por el "sistema", independientemente de su manifestación concreta.2

Este hecho se torna altamente significativo, ya que desde V. Brondal, en los tiempos modernos al menos, se ha tratado de "encontrar en el lenguaje los concepto de la lógica, como han sido elaborados por la filosofía desde Aristóteles hasta los lógicos modernos" partiendo del principio de binaridad funcional (negativo-positivo) y agregándosele un tercer término, el neutro o cero, ni negativo ni positivo; e incluso un cuarto elemento, el complejo negativo-positivo o dual (Brondal 1943). Lo mismo ocurre en parte, con R. Jakobson, otro de los padres de la fonología y representante máximo, en su segunda época, de la Escuela de Harvard, quien también concibe las unidades distintas del lenguaje "como combinaciones de rasgos en relaciones estrictamente binarias" por lo que "las oposiciones pertinentes descubiertas" en las lenguas del mundo, se reducirían a "doce oposiciones binarias" que se hallarían "en un número más o menos elevado, en todo sistema lingüístico". Así al sistema de Trubetskoi -de oposiciones correlativas y disyuntivas- se le opone el de Jakobson cuyo binarismo es radical. Pero tal concepción implica necesariamente una abstracción en la elección de criterios más o menos arbitrarios, inherentes a toda ciencia, encontrando en tal elección su propio límite. Pues "debe insistirse una vez más que no toca a la lengua conformarse a los edictos de los lingüistas sino a los lingüistas adaptar métodos, si éstos no hacen cabal justicia a la lengua estudiada" (Martinet 1951: 73-7). Y este juicio valdría quizás, no sólo para el Estructuralismo norteamericano, sino también para todas las concepciones estructuralistas y en general "objetivistas abstractas" (Bachtin 1952-3 (1979)) desde la psico-sistemática de Guillaume (1945) hasta la glosemática de Hjelmslev (1959), para quien "la forma lingüística es independiente de la substancia en la cual se manifiesta" implicando un verdadero sistema "sublógico". Pero el peligro y la paradoja es que el excesivo rigor lleva a caer en un inevitable cientificismo que implica afirmar necesariamente ciertas concepciones mentalistas y tran-físicas, por no llamarlas metafísicas, las cuales, he aquí lo paradójico, habían tratado de evitarse.

2. El Estructuralismo norteamericano

Muchos lingüistas norteamericanos siguieron justamente este paradójico camino, entregándose a especulaciones cada vez más aisladas de la realidad y envueltas en un tejido ideológico cripto reaccinario. Z.S. Harris, basa su método de análisis en una construcción lógico-matemática dudosa, pues limita arbitrariamente sus investigaciones a las cuestiones de distribución, tanto para lo fónico como para lo morfológico -id. Bloch & Trager- procedimiento excesivamente mecanicista que deja palmariamente de lado las variantes expresivas, estilísticas, sociales y culturales, sin ninguna justificación teórica. El método de Bloch y Trager, continuado por Harris y en especial por N. Chomsky, se basa en última instancia en el cálculo estadístico y de probabilidades, conduciendo a una formulación quasi-matemática, absolutamente rigurosa, de la descripción lingüística previa. Esta formulación, a todas luces necesaria en determinadas áreas, basada en la lógica formal, se extiende en mayor o menor medida a todos los niveles lingüísticos, favoreciendo, dado su esquematización reduccionista a la aplicación en áreas prácticas, especialmente pedagógicas, destacándose la fundamentación de la traducción automática, síntesis matemático-lingüística y tecnológica, creación útil, pero que poco tiene que ver con el lenguaje natural especialmente en su calidad de elemento comunicativo y expresivo del hombre, centrándose en lo que llama la "adquisición de las estructuras cognitivas" pues "la lengua es un concepto derivativo de esta capacidad" y "poco interesante"; el objeto de la Lingüística no es entonces la lengua-mensaje, sino la adquisición de esta capacidad, más aún de sus condiciones de probabilidad, contradiciéndose en consecuencia lo que desde Saussure  y Peirce hasta entonces se había considerado objeto de la misma: el proceso dialógico-comunicativo (cfr. Lotman 1985). No obstante, y aun inscribiéndose en el objetivismo abstracto, Martinet, con su fonología diacrónica, o Coseriu, con su crítica a la glotocronología, son saludables reacciones provenientes de lingüistas que participan de la corriente estructural, enriqueciendo y perfeccionando los métodos estructurales y destacando de éstos lo que tienen de más perdurable y fecundo, vale decir, ver a la lengua como un conjunto de relaciones funcionales, tal como subrayan Hjemslev, E. Buyssens (1943 (1949): 12-35); Frei (1929), Martinet y hasta el mismo Bloomfield (1933: caps. 2, 8, 9). Y como resume Buyssens, "el concepto de funcionalidad es tal vez el concepto clave de la ciencia moderna no sólo en Lingüística en la cual el Estructuralismo o funcionalismo ha sido sin lugar a dudas el motor del estudio del lenguaje en el Siglo XX, al menos hasta los años setenta".

3.Mecanismo y mentalismo

La lingüística norteamericana no se reduce a una concepción filosófica única de la lengua, asistiéndose desde décadas -c. 1930- a lo que se ha denominado como un verdadero duelo entre dos concepciones antagónicas: el mecanicismo materialista y el mentalismo racionalista, manifestaciones ambas de un mismo realismo ingenuo.

El mecanicismo materialista-behaviorista (o conductista) y en definitiva casi sensista, tiene por representante indiscutido y arquetípico a L.Bloomfield y exegetas: Bloch y Harris. El sistema conceptual del mecanicismo está influido esencialmente por la epistemología positivista finisecular, por lo que el lenguaje, como el hombre y su cultura, es una consecuencia "natural" de las acciones y reacciones de los diferentes "elementos disparadores" que constituyen el organismo  humano. Y consecuentemente la significación es producida por la ubicación del/os hablante/s, su ubicación situacional, pero que no interesa al lingüista cuyo objeto tan sólo es el aspecto formal del lenguaje: S è r è s è R. Donde r è s es la forma; S (el estímulo natural) y R (la reacción natural) no son campo estricto de la lingüística; son "los hechos prácticos" que anteceden y preceden respectivamente el acto de habla r è s el cual está regido por el sistema nervioso que es "evidentemente un mecanismo disparador natural" pero "el trabajo del sistema nervioso no es accesible a los investigadores externos y la misma persona no tiene órganos sensoriales (...) con los que pueda observar sus nervios. Por lo tanto, el psicólogo (Sic) debe recurrir a métodos indirectos de acercamiento" (Bloomfield 1933: cap. IX). De estos conceptos se desprende el carácter mecanicista, materialista, conductista pero también estructural de la teoría de  Bloomfield pues la "descripción de una lengua, entonces, comienza con la fonología, que define cada fonema y especifica qué combinaciones se producen" (ib.). Y las combinaciones de estas "formas fonéticas" formalizadas por la fonología, son formas lingüísticas sólo si tienen significados pero "el significado -situacional- no es ni puede ni debe ser objeto de la Lingüística, pues además la definición de los significados es, (...) el punto débil del estudio de la lengua y lo seguirá siendo hasta que el conocimiento humano avance mucho más allá de su estado presente" (ib).

N. Chomsky por su parte es junto al último Jakobson, el líder indiscutido del mentalismo, esencialmente racionalista, siendo una doctrina de naturaleza psicologista que estima que la variabilidad del lenguaje es el efecto de la acción de los factores físicos de una fuerza "espiritual" que gobierna nuestros centros nerviosos. En cierto sentido, un antecedente de Chomsky sería Sapir (1921), que tanto valoraba la consciencia lingüística de los hablantes, pero reduciendo drásticamente toda historización de la misma y basándose una formulación absoluta de la gramática ortodoxa cuyo objeto sería describir la competencia lingüística del hablante-oyente ideal, con lo cual pretende ir más allá de la descripción taxonómica del estructuralismo ortodoxo, alcanzándose así una gramática supuestamente explicativa, que dé cuenta del aspecto creativo de la lengua, entendiendo por tal no la formulación de nuevos formulación de nuevos significados o de las contradicciones ideológicas del sistema significante, sino más bien el hecho de que "cualquier hablante pueda entender infinitas oraciones nunca escuchadas y producir infinitas oraciones nunca producidas" (modelo semántico cerrado y estático). Y una lengua creativa debe tener por lo tanto unidades y reglas finitas (teoría matemática recursiva). Por tanto, los componentes de la gramática son, el componente sintáctico (generativo-transformacional) y los componentes fonológico y semántico (interpretativos). El componente sintáctico es la clave de la gramática (entiéndase lengua) y se constituye de un subcomponente base -generativo- (reglas de estructura de frase, de ramificación y expansivas, reglas de subcategorización, acumulativas binarias, de inserción léxica (Si (Q è C) è D) y de un subcomponente transformacional (reglas de transformación). Este complejísimo sistema axiomático-extendido, y si bien en el último Chomsky se reduce notablemente ("mueva Alfa") no cambia sin embargo la perspectiva desde la cual fue elaborado el modelo standard (1965), vale decir la visión mentalista de que existe una estructura profunda que en virtud de nunca explicitadas transformaciones y merced a la competencia del hablante (¿innata?) puede transmutarse en la estructura superficial, secundariamente comunicativa. De este sistema se deriva el carácter mentalista, racionalista e innatista esencialmente y psicologista de la CGT, pero también estructural pues supone aunque la lengua es un sistema que no deja de ser  relacional, aun cuando esas relaciones adquieran un carácter fundamentalmente casuístico y un máximo de idealización abstracta, destacándose el carácter innato de este sistema de formas lingüísticas a priori. De su máxima formalización se deriva su alto grado de aplicabilidad microestructural -traducción automática sobre todo- pero también su consecuente reduccionismo y cientificismo.

4.La síntesis estratificacional

La inducción taxonómica de Bloomfield y la Escuela de Yale y la deducción explicativa de Chomsky y de la Escuela del M.I.T. hallan un principio de síntesis en la teoría Estratificacional de Lamb, quien en cierto sentido resume los postulados básicos del descriptivismo de la glosemántica. Es notable la vuelta a la distinción saussureana entre significado-significante=expresión-contenido, germen de la teoría estratificacional; es decir el reconocimiento de por lo menos dos grandes niveles constituyentes de la lengua, los que pueden variar de lengua a lengua, en cuanto a su cantidad y su calidad (organización) análogos pero no necesariamente idénticos. Las lenguas europeas modernas reconocen seis subcomponentes (hipersemémico, semémico, lexémico, morfémico, fonémico, hipofonémico) que se agrupan en tres grandes niveles: semiológico, gramatical, fonológico. Según Lamb, "la lengua puede verse como una síntesis de reacciones. Como tal no es directamente observable" (id. Bloomfield). Su reconocimiento será entonces empírico pues "es posible observar las manifestaciones del habla y del contexto en que ocurren y a partir de ellos construir una representación del sistema de relaciones que subyacen" (Lamb 1966; cfr. et. Lockwood 1972). Este postulado acerca la teoría estratificacional a la descripción taxonómica y relacional del estructuralismo ortodoxo, pero "esto no es lo mismo que describir las manifestaciones de la estructura lingüística directamente" con lo cual acercaría al modelo de Chomsky, pero no totalmente pues "tampoco significa simplemente proveer una lista de retranscripción para derivar manifestaciones de estructura lingüística" (caps. 1-2). Lamb no cree como Bloomfield -y en general como el empirismo lógico- que la sola descripción de lo observado baste para alcanzar la explicación científica, pero tampoco como Chomsky, pues reconoce que se debe dar un corpus de reglas (derivadas por otra parte de la descripción empírica) a las cuales se le dé un arbitrario status axiomático y menos aun que tales reglas deban ser necesariamente innatas, en el sentido cartesiano al menos.

La postura de Lamb es de una importancia capital, acercándose a la resolución, en clave quasi-estructural, de una aporía que en el campo del conocimiento en general y de la lingüística en particular, conducía a un callejón sin salida; en otra palabras, se cuida de reivindicar para la ciencia, el carácter esencialmente empírico e inductivo que desde Galileo había tenido, diferenciando no obstante la peculiaridad de cada disciplina, pero sin caer en reduccionismos y destacando en consecuencia la importancia del investigador en cuanto a la construcción del objeto científico, organizando la experiencia y reservando a éste el derecho a la necesaria interpretación de dicha realidad objetivada. Pero además -y he aquí lo esencial y de mayor originalidad- no sólo destaca que los estratos son interdependientes aún cuando estén autárticamente estructurados (estructuras relacionales del signo, de alteración, de enlace, y estructura táctica) sino también que la interdependencia entre ellos no sólo es jerárquica-lineal sino también simultáneo-reticular. Cada uno de los estratos en virtud de la estructura es interdependiente entre ellos así como sus elementos y unidades y superestructura resultante. Y aquí, entonces, tenemos una nueva concepción de estructura, es decir como una organización dialéctica relacional y de manifestación.

Es importante el hecho de que este sistema se abre al "mundo exterior", aun cuando sea sólo en sus "estratos terminales" (hipersemémico e hipofonémico). Y esta organización, corroborada empíricamente, es un verdadero universal lingüístico, principio de resolución de una vieja antinomia, que se alcanza sólo en virtud de una nueva apreciación del lenguaje basada en una concepción que lo ve como una mediación entre la realidad (estrato hipersemémico) y la materia lingüística (estrato hipofonémico) concepción que es fruto de una nueva concepción más dinámica y real de la ciencia como un saber esencialmente dirigido a criticar sus propios fundamentos y a explicitar las contradicciones de su propio discurso (Eco 1975, 1990; Greimas 1976) con lo que queda abierto el camino al estudio de la relación dialéctica entre el hablante y el contexto referente (socio-lingüística) y entre el hablante y la "voz del Ideal estético" (tesis individualistas y estilísticas) con lo que se entiende mejor la idea de Croce de que "en cierto nivel de elaboración científica, la lingüística en tanto ciencia debe fundirse en la Estética y efectivamente se funde con ella sin dejar residuos" y viceversa, en una verdadera "ciencia de la expresión" o mejor aun en una Semiótica como ciencia histórico materialista de lo social entendido como sígnico.

Notas:

1]Vide "Tradiciones semióticas",  Ad-Versus I, 1, diciembre 1990, Roma-Buenos Aires: 5.

2] Para un análisis más extenso acerca de la ideología estructuralista vide asimismo Parain- Vial (1969).

 

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Publicado en  Ad-Versus, II, 2-3, julio-diciembre 1991, Roma-Buenos Aires: 33-38