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Artículo
AdVersuS, Año II,- Nº 2, abril 2005
ISSN: 1669-7588
1

EL CUERPO DE LA LENGUA. EL PARADIGMA DE LA ARBITRARIEDAD Y EL PARADIGMA DE LA SUBSTANCIA

Raffaele Simone
Universita di Roma (I) "La Sapienza"

 

1. Introducción

Este artículo describe y compara dos paradigmas fundamentales de la teoría de la lengua, indicados como “el paradigma de la arbitrariedad” y el “paradigma de la substancia” (de ahora en adelante PA y PS), respectivamente. Ambos se ubicarán en un contexto teórico conformado por “principios” ,y asimismo, históricamente separados (si bien de un modo muy esquemático). El propósito de este artículo es mostrar: (a) que el PA ha sido el abordaje predominante en el estudio de la lengua durante siglos, adquiriendo entonces el estatus virtual de postulado; (b) que este hecho motivó que los filósofos y los lingüistas olvidaran la importancia y fertilidad del PS, a pesar de los numerosos ataques y críticas contra el PA que el mismo PS hizo posible; (c) que el PS parece haber recuperado terreno en los últimos años, si bien ha sido una posición contra-corriente, ignorada y a veces ridiculizada. Hoy en día, el PA ya no aparece bajo su forma tradicional “fuerte”, dado que versiones atenuadas la han suplantado; vastos ámbitos ocupados anteriormente los conquista ahora el PS. Como resultado de ello, la teoría de la naturaleza de la lengua parece, hoy en día, obligada a incorporar un componente del PS mucho más importante que el imaginable tan sólo diez años atrás1.

2. El abordaje “aristotélico-saussuriano”

El título de esta sección señala la versión más conocida y más difundida del PA en la tradición europea. Quizás Aristóteles no sea propiamente el “fundador” e iniciador de esta corriente, pero los historiadores rara vez han investigado más atrás del pensamiento griego, habiéndose descripto la emergencia del concepto de arbitrariedad en muchas oportunidades. Con todo, y para nuestro objetivo, nos cabe el derecho de fechar la tradición del PA al menos según la lectura vulgarizada del filósofo griego, ante la imposibilidad de ubicarla específicamente en él mismo. En verdad, el modelo teorético que se asocia generalmente con el nombre de Aristóteles ha guiado al pensamiento lingüístico en Europa por un sendero que resultó bien definido, perfectamente consciente de su naturaleza y valor, y rígidamente autosuficiente. (Dada la falta de certeza acerca de la posición real de Aristóteles sobre la arbitrariedad, de ahora en adelante tomaremos la licencia de encomillar la quasi-cita “Aristóteles” / “aristotélico”).

2.1. Principio “aristotélico” de arbitrariedad

Es bien sabido que según “Aristóteles” la lengua se estructura kata syntheken, es decir, por convención, en tanto no existe relación de semejanza entre lo producido por la voz (ta en te phoné) y lo que está en la mente (tá en té psyché) o, para expresarlo de otra manera, entre significante y significado2.

La persistencia de estas premisas simples y fundamentalmente triviales de “Aristóteles”, a lo largo de los siglos, y la fidelidad de esta tradición al transmitirlas son en verdad impresionantes. Por supuesto, respecto de su difusión, se debe considerar el rol de los comentaristas medievales (Boecio, el primero de todos), pero el prestigio y la estabilidad de esta aproximación “aristotélica” sigue siendo sorprendente. De hecho, el PA continuó su curso inalterable por lo menos veinte siglos, a pesar de ciertos mínimos ataques de los partidarios del PS.

El razonamiento “aristotélico” nos permite formular un primer principio sobre el cual fundamenta el PA, y al que podemos denominar Principio de Arbitrariedad:

(1) Principio de Arbitrariedad: la lengua se estructura sobre dos niveles diferentes, sonido y sentido, entre los cuales no existe semejanza significativa. El sentido no puede preverse a partir de la forma y viceversa.

2.2. Locke y la Actividad de la mente

Si bien el PA no sufrió críticas serias, tuvo por lo menos dos importantes agregados, que entre otros aspectos tuvieron el mérito de liberarlo de cierta apariencia de sentido común y de trivialidad que de otro modo parecía tener.

La primera ocasión fue a fines del siglo XVII, cuando se publicó el ensayo de John Locke “Acerca del entendimiento humano” (EHU). Aunque convencido de que la lengua era radicalmente arbitraria, Locke sostenía que esta arbitrariedad iba más lejos que lo imaginado por “Aristóteles” y sus seguidores, dado que afectaba no sólo la relación entre significant y signifié, sino también (y más radicalmente) el mismo modo como los sentidos se conformaban, delimitaban y fijaban diacrónicamente3

El libro III del Ensayo presenta esta posición en su formulación más clara:

mixed modes are not only made by the mind, but made very arbitrarily,made without patterns, or reference to any real existence (EH:III.V.#3) the mind searches not its patterns in nature, nor refers the ideas it makes to the real existence of things, but puts such together as may best serve its own purposes, without tying itself to a precise imitation of anything that really exists (EHU: III.V #6)

these complex ideas (are) not always copied from nature (EHHU:III.V. #7) (cf. también III.IX #7): “the names of mixed modes for the most part want standards in nature (…) (The mind) designs not to copy anything really existing, but to denominate and rank things as they come to agree with those archetypes or forms it has made”).

Though (…) it be the mind that makes the collection (of ideas), it is the name which is as it were the knot that ties them fast together (EHU:III.V. # 10).

En estos pasajes (se podrían agregar muchos más, dado que el tópico discutido es una constante en el pensamiento de Locke), la formación del sentido se presenta como un proceso desarrollado por la mente y consiste éste en reunir cierto número de ideas empleadas conjuntamente en cierto momento histórico, proporcionando a cada “construcción” un solo nombre. La mente se encuentra activa en este proceso y procede con gran arbitrariedad, porque carece de “modelos” o “reglas” a seguir (“copiar” –como dice Locke) intrínsecamente. Los sentidos de las palabras son enteras construcciones de la mente (“es el mismo nombre que parece preservar aquellas esencias y darles su larga duración” EHU.III.V. #10).

Ya no se confina más la arbitrariedad a la relación entre forma y sentido (“nombre” y “sentido” en Locke), sino que penetra la misma conformación de los sentidos, el estadio más delicado de la estructuración de la lengua. El interés principal de Locke en estos pasajes parece ser evitar el riesgo de proporcionar una base objetiva intrínseca a la lengua; la lengua no “copia” nada de la realidad, tan sólo anuda y clasifica ideas que en cierto momento parecen sintonizar entre sí convenientemente.

Obviamente, esto constituye una lectura “fuerte” de la arbitrariedad, lectura que puede en verdad considerarse como una innovación lockeana. Leída de esta manera, la arbitrariedad preside el mismo nacimiento del sentido. Al mismo tiempo, el iniciador de este proceso queda identificado por la comunidad de hablantes, quienes llegan a ser conscientes de sus “necesidades semánticas”. Estas últimas se satisfacen al ofrecerles forma a sentidos bien delimitados, reconocibles y durables a través del mismo acto de nombrar. Lo que nos interesa aquí es enfrentarnos contra la idea de lenguaje como copia de la realidad. Locke divorciaba completamente la lengua y la materialidad de las cosas: la naturaleza no proporciona “cosas” para ser copiadas a través de la lengua. No existen vínculos necesarios entre el lenguaje y la realidad.

Como señaló, la interpretación de Locke –acaso precisamente por su novedad– no provocó discusión significativa alguna y tampoco podría decirse que fue aceptada 4. Incluso Leibniz, en su discusión del pensamiento de Locke, prefirió concentrarse en la versión “débil” de la arbitrariedad (entendida como una relación pura entre significante y significado), e ignoró completamente la interpretación de Locke 5. Sin embargo, podemos considerar que Locke contribuyó a la separación gradual de la lengua y la materialidad de las cosas. Al destacar la libertad esencial de la mente al formar sentidos, negaba tenazmente que la lengua tuviera “cuerpo”.

Con Locke, podemos añadir un segundo principio a nuestra lista:

(2) Principio de Indiferencia de la Lengua frente a la realidad: la delimitación de sentidos es indiferente respecto del enfrentamiento realidad/ naturaleza; la lengua no copia, pero crea sus límites autónomamente.

2.3. La interpretación saussuriana de Arbitrariedad

La segunda y más interna incorporación al principio “aristotélico” de arbitrariedad la proporcionó Ferdinand de Saussure, en su Cours de Linguistique Genérale (1916). Aquí Saussure sugiere que lo arbitrario no es tan sólo la relación entre significant y signifié, sino también el modo como significant y signifié se delimitan contra otros miembros de sus respectivos órdenes. De este modo, Saussure no sólo reformula la lectura de Locke sobre la cuestión, también formula un principio teórico importante: lo que importa en la lengua no es la “substancia” sino la “forma”. A partir de aquí Saussure prosigue fácilmente para afirmar que la lengua no es substancia (por ej., la materia bruta de los sonidos y las ideas), sino tan sólo forma que es un conjunto de diferencias entre los sonidos y entre las ideas.

Ce qui importe dans la mot, ce n´est pas le son lui-même, mais les diferentes proniques qui permettent de distinguer ce mot de tous les autres (CLG 163)

il est imposible que le son, élément matériel, appartienne par lui-même à la langue. Il n'est pour elle qu' une chose secondaire, une matière qu'elle met en ouvre (...) Cela est plus vrai encore du significant linguistique: dans son essence, il n'est aucunement phonique, il est incorporeal, constitué, non par sa substance matérielle, mais uniquement par les difference qui aéparent son image acoustique de toutes les autres (CLG 164; el subrayado es nuestro).

Ce qu' il y a d'idée ou de matière phoniques dans un signe importe moins que ce qu'il y a autour de lui dans les autres signes (CLG 166).

Esta posición se ilustra y aborda en dos ejemplos famosos:

Prenons un cavalier (en un juego de ajedrez): est-il a lui Seúl un élément du jeu? Assurément non, puis-que dans sa materialité pure, hor de sa case et des autres conditions du jeu, il ne représente rien pour le joueur et ne devient élément réel et concret qu´une fois revêtu de sa valeur et faisant corps avec elle. Supposons qu' au cours d' une partie cette pièce vienne a éter détruite ou égarée: peut-on la remplacer par une autre equivalente? Certainement: non seulement un autre cavalier, mais même une figure dépourvue de toute resemblance avec celle-ci sera déclarée identique, pourvu qu'on lui attribue la même valeur (CLG 153-54) 6.

si une rue est démolie, puis rebatie, nous disons que c´est la même rue, alors que matériellement il ne subsiste peut-être rien de l´ancienne. Pourquoi peut-on reconstruire una rue de fond en comble sans qu´elle cesse d´être la même? Parce que l´entité qu´elle constitue n´est pas purement matérielle: elle est fondée sur certaines conditions auxquelles sa matiére occasionnelle est étrangère. (...) Et pourtant celles-ci (i.e. les entités) ne sont pas abstraites, puisqu'une rue ou un express ne se conçoivent pas en dehors d'une realization matérielle (CCG 151-52; el subrayado es nuestro).

Estos enunciados equivalen a una negación del rol de la substancia de la lengua: lo que hace posible la existencia del sistema lingüístico y permite a la lengua ejecutar su función es tan sólo la red de diferencias que incorpora a nivel de sonido y sentido. Ello prepara el camino, por así decirlo, para dos famosas formulaciones en el CLG.

dans la langue il n'y a que des différences. Bien plus: une difference suppose en général des termes positives entre lesquels elle s'établit: mais dans la langue il n'y a que des différences sans termes positifs (CLG 166).

Y mucho más claramente

La langue est une forme et non une substance. (CLG 169).

En gran medida, estas son las afirmaciones más drásticas respecto de la naturaleza inmaterial de la lengua, de la irrelevancia de la substancia en cuanto al modo como se estructura actualmente y se la emplea. Estas mismas afirmaciones reaparecen en los capítulos dedicados a la diacronía y al cambio lingüístico. Aquí Saussure aborda la cuestión según según el enfoque positivista en boga en su época, propiciando el principio del mínimo esfuerzo para explicar cómo la lengua operaba y cambiaba a lo largo del tiempo. En neto contraste con el positivismo –y en respuesta al mismo–, Saussure afirmó: 7

Une explication en faveur depuis quelques années attribue les changements de prononciation a notre éducation phonétique dans l´enfance (...). Certainse inexactitudes non corrigés l´emporteraint chez l'individu et se fixeraient dans la génération qui grandit (…). Ces constatations méritent toute attention, mais laissent le problème intact; en effect, on ne voit pas pourquoi une génération convient de retenir telles inexactitudes a l´exclusion de telles autres, toutes étant également naturelles. En effet, le choix des pronunciations viceuses apparait purement arbitraire, et l'on en aperçoit pas la raison (CLG 200-206; el subrayado es nuestro)

Del mismo modo, reconoce Saussure, en su discusión acerca del principio del mínimo esfuerzo, que éste constituye una herramienta válida para dar cuenta de unos pocos casos de cambio (“elle peut élucider la cause du phénomene dans une certaine mesure, ou indiquer tout au moins la direction ou il faut la chercher”: CLG 204), pero concluye que “En fait on ne peut guére déterminer pour chaque langue ce qui est plus facile ou plus dificile a prononcer” (CLG 204-205).

Por supuesto, no es posible negar que Saussure haya asignado a la lingüística la tarea de determinar las limitaciones de la arbitrariedad. Estaba convencido de que los lingüistas no debían descuidar el estudio de estas limitaciones (CLG 182):

tout le système de la langue repose sur le principe irrationnel de l'arbitraire du signe, appliqué sans restrictions, aboutirait à la plus grande complication; mais l'esprit réussit a introduire un principe d'ordre et de régularité en certaines parties de la masse des signes, et en cela est le rôle du relativement motivé (CLG 182).

Por lo tanto, Saussure sostenía que las lenguas estaban compuestas por dos partes distintas, pero en proporciones variables. Una parte completamente arbitraria y otra motivada. Entonces, propuso una escala tipológica: en un extremo, encontramos las lenguas “lexicológicas”, cuya motivación es más alta; del otro lado, las lenguas “gramaticales”, cuya proporción de arbitrariedad es mayor. Pero lo que Saussure tenía en mente aquí no era introducir un reclamos de no-arbitrariedad en su teoría, como parte integrante, sino sólo describir dos modos diferentes de estructurar el léxico, la formación del vocabulario. La escala tipológica, recientemente mencionada, sólo se refería a palabras. Como consecuencia de ello, Saussure puede considerarse propiamente un representante principal del PA.

Retornando ahora a la concepción de Saussure de arbitrariedad, observemos dos aspectos adicionales y esenciales del PA para Saussure, aun cuando sus seguidores no les hayan dado la debida consideración:

  1. en tanto la lengua es forma y no substancia, la substancia se torna irrelevante, tanto en la estructuración como en el cambio de la lengua y, por ende, para la labor del lingüista. La concepción de la lengua como sistema prevalece sobre toda otra consideración: la lengua se define como un sistema de diferencias y de valores antes que como material organizado en un sistema;
  2. la dimensión icónica de la lengua está restringida al ámbito tradicional de la onomatopeya; el material, peso físico del uso lingüístico real (como lo postulan los teóricos del mínimo esfuerzo), no incide en absoluto en la estructuración de la lengua y en el cambio.

La idea saussuriana de arbitrariedad da al trate entonces con toda forma de iconismo. La iconicidad no tiene lugar en su teoría de la lengua, salvo para el campo restringido de la onomatopeya. Entonces, podemos formular un tercer principio del PA:

(3) Principio de Forma y Diferencia: la lengua no es sino forma (y no substancia), y lo que contribuye a la formación de la forma son solamente las diferencias entre los sonidos, por un lado, y entre los sentidos, por el otro.

Si tuviéramos que crear tipologías y taxonomías, podríamos fácilmente decir que “Aristóteles” representa el PA en todo el ámbito propio del principio de arbitrariedad. Locke añade a ello el principio de Indiferencia de la lengua frente a la realidad, en tanto Saussure combina ambas premisas con su propio Principio de Forma y Diferencia. Estas manifestaciones diferentes del mismo paradigma pueden también emplearse para constituir una escala para teorías arbitrarias, la versión “aristotélica” que ocupa el extremo “débil”, en tanto la de Saussure ocuparía el otro, “fuerte”. De cualquier manera, estos tres estadios que hemos intentado esbozar brevemente logran como resultado general la separación de la lengua y de los otros tres órdenes: la realidad y “naturaleza” (“Aristóteles”, Locke); las limitaciones de los usuarios y la sustancia del sonido (Saussure).

3. El Paradigma de la Substancia

Si bien bajo el predominio del PA, el PS recorre toda la historia de la lingüística. Con todo, apenas es visible: los que abogaron por el PS han sido, por lo general, figuras aisladas y marginales. El PS aparece bajo muchas formas históricas; la más reciente y notable de las mismas es la llamada “anticonvencionalismo”, y que adopta por lo menos dos principios diferentes en su base. El primero puede formularse como el siguiente:

(4) Principio de Substancia e Iconicidad: la substancia del sonido es una parte integrante de la lengua, y el fundamento original de la misma lengua está esencialmente compuesto a partir de modelos que poseen algo en común con las cosas o cuestiones que representan. Por ende, existe entre forma y sentido una relación icónica que, en algunos casos, puede también ser analógica (por ej. no discreta).

(En rigor, este principio sólo resulta válido a nivel de las palabras, dado que la iconicidad y la substancia se consideran tan sólo relativas a las palabras individuales. Pero veremos más abajo que en sus versiones más recientes este principio ha sido extendido a otros niveles de análisis).

El PS no niega la arbitrariedad en absoluto. Tan sólo considera que la arbitrariedad es un tipo de iconicidad “degenerada” (del mismo modo que hablamos de “degeneración cónica” en geometría, que surge como consecuencia de una separación de la semejanza entre formas, por un lado, y de sentidos y cosas, por el otro.

Los seguidores del principio de Substancia e Iconicidad pueden también hallarse a través de la historia de la lingüística y la filosofía del lenguaje, desde Platón hasta Leibnitz y llegando a nuestros días8. En vez de enumerar a todos los representantes de esta corriente, detengámonos un momento en uno de los momentos privilegiados en el desarrollo de esta línea de pensamiento, por ej. el siglo XVIII, focalizada la cuestión del origen de la lengua. Condillac y Vico, por ej., afirmaban explícitamente que el origen más temprano de la lengua debía ser la onomatopeya, palabras otrora muy afines a las cosas representadas, y lo que es más importante, con un vínculo entre el patrón de la lengua y la dotación física de los usuarios de la misma 9.

Tomamos por ej. algunos bien conocidos pasajes de Scienza Nova, de Vico, donde se exponen claramente dos premisas:

(...) concepir i primi uomini della gentilità l´idee delle cose per caratteri fantastici di sostanze animate, e mutoli, (...) spiegarsi con atti o corpi ch´avessero naturali rapporti all´idee (quanto, per esempio, lo hanno l´atto di tre volte falciare o tre spighe per significare “tre anni”)

(...) le vocali sono facili a formarsi ma le consonanti difficili.

(...) Ancora tal primo canto de popoli nacque naturalmente dalla difficoltà delle rime prononzie, la qual si dimostra dalle cagioni così dagli effetti. Da quelle, poiché tali uomini (por ej. los primitivos) avevano formato di fibbre assai dure l´instrumento d´articolare le voci, e di voci essi EBBERO pochissime; come al contrario i fanciulli, di fibbre mollissime, nati in questa somma copia di voci, si osservano con somma difficoltà prononziare le consonanti (SNs, ## 431, 461-462; el subrayado es nuestro; cf. Bergin-Fisch 1968: 139, 154-155).10

Tales argumentos, que reaparecen de diversas maneras en varios textos de este período (por ej., el Essai sur l'origine des connoissances humaines, de Condillac 11, abren la vía para la formulación del segundo principio –y más identificable– de este paradigma, que llamaremos Principio de Determinación Física. Así lo podemos postular:

(5) Principio de Determinación Física: la estructura de la lengua se determina en parte por la dotación física de los usuarios humanos, es decir, por factores como la percepción, la estructura muscular, la memoria, la facilidad de producción e interpretación, el consumo de energía, etc.

Estos principios nos permiten definir dos formulaciones diferentes del PS, una versión “débil” y otra “fuerte”. La primera reconoce sólo el Principio de Substancia e Iconicidad; la apoya, entre otros, Leibnitz. La última, añade al Principio de Substancia e Iconicidad el Principio de Determinación Física, y se presenta históricamente entre otros, por G.K.Zipf (ver más abajo). Mezclas diversas de los dos principios pueden obviamente ser también halladas, las cuales caracterizan la posición de los pensadores individuales.

En vez de registrar los efectos de estos dos principios en el pensamiento lingüístico siguiente (este artículo no se propone ofrecer un análisis de la evolución histórica total), abordemos ahora otro momento privilegiado. Por ej., el “nacimiento” de la lingüística moderna, en las primeras décadas de este siglo. El PS fue un activo integrante del pensamiento lingüístico en esta etapa crucial, pero no logró ser aceptado como el paradigma de la “ciencia normal”. Sufrió la fortuna de sus difusores, pensadores considerados demasiado heterodoxos, marginales, y en algunos aspectos, incluso provocativos, para ser tenidos en cuenta seriamente.

Podemos apoyarnos en tres nombres: Otto Jespersen, Henri Frei y G.K.Zipf, tres lingüistas heterodoxos que mejor representan la tradición del PS a fines del siglo pasado y a principios del presente.

3.1. Tres anti-antiarbitraristas olvidados: Jespersen, Fresi y Zipf

No existe vínculo personal o directo entre Jespersen, Fresi y Zipf, pero representan indudablemente tres momentos de una línea de pensamiento coherente y continuada12. Por ende, corresponde agruparlos y tratarlos como representantes significativos del abordaje orientado a la limitación del PA. (La investigación sobre estos lingüistas de fin de siècle podría, sin duda, ser fructífera para verificar el rol desempeñado por la teoría de la evolución en las ciencias del lenguaje, y más específicamente, en “la pugna contra la arbitrariedad”, perpetrada por ciertas corrientes lingüísticas. Este esbozo rápido aborda tan sólo la dimensión teórica de sus trabajos).

3.1.1. Comencemos por Jespersen, quien presenta en sus informes y libros una teoría que denomina –siguiendo al filósofo W.Ostwald– “energética del lenguaje”. Este principio es el siguiente:

those particular traits of language which are best adapted to their purpose tend to be preserved at the cost of others which do not answer the linguistic purpose as well (1949: 383) 13

Sobre esta base debe apreciarse la evolución del lenguaje como un movimiento hacia el progreso, y no como una actividad confusa y carente de objetivos. Las lenguas “arias modernas” muestran cierta superioridad en comparación con las más viejas, en tanto son más eficaces. Por ej., han perdido “las repeticiones torpes conocidas bajo el nombre de concordancia” (1949: 384), sus formas son más cortas, su “operatividad” general se incrementa, y así sucesivamente.

Podría apreciarse que gran parte de la labor teórica de Jespersen se encuentra consagrada al desarrollo de esta premisa central. A la misma añadió otros aspectos: a)la idea de que las lenguas, en tanto transmitidas de generación en generación, sufren modificaciones sustanciales para incrementar su facilidad de uso o como consecuencia de una transmisión problemática (1922: 161ff); b)la idea de que las lenguas evolucionan esencialmente hacia una mayor simplicidad, si bien ocasionalmente este proceso puede interrumpirse o quedar afectado por momentos de mayor complejidad14: c)la idea de que los hablantes influyen en la estructura de la lengua que emplea, en el sentido de que aspiran a que ésta sea regular, y para mostrar semejanza de una parte respecto de otra (cf. en particular Jespersen 1924). Sin duda, Jespersen estaba influido por la teoría evolucionista; más aun, mezcló observaciones serias y agudas con otras consideraciones triviales (sospechamos que muy a menudo sin percatarse de ello). Era inevitable, entonces, que en los ámbitos estructuralistas despertara principalmente recelo y un general malentendimiento (ver por ej., las observaciones críticas en el obituario que le dedicó Hjelmslev)15. Mas a pesar de ello, el centro de su pensamiento lingüístico constituye aun hoy una valiosa justificación de la determinación física.

3.1.2. Es interesante notar que Henri Frei, en su Grammaire des fautes, cita a Jespersen como una de sus fuentes (cf.por ej., Frei 1929:17)16. Más aun interesante es el primer libro de Frei, aunque proviniera de un ámbito estrictamente arbitrarista, como la Escuela de Ginebra; constituyó algo sorpresivamente un reclamo de tesis no arbitraristas 17. La idea central de la Grammaire es por naturaleza muy simple: los abundantes e “incorrectos” ejemplos de conducta lingüística producida por los humanos no se produce por azar, sino a través de la acción de un conjunto restringido de necesidades de los hablantes. Estas necesidades obligan a las lenguas a sufrir modificaciones, si bien sólo temporariamente, para corresponder a las capacidades de los hablantes. Cada “error” revela un esfuerzo para cumplir una función subyacente:

dans un grand nombre de cas, la faute (…) ser à prévenir ou a réparer les déficits du langage corect (Frei 1929: 19).

Los déficits de la lengua correcta deben entenderse como resistencias que la misma lengua opone a sus usuarios, por sus aspectos no-naturales. Aquí también la teoría de la evolución parece ser el modelo que orienta el pensamiento de Frei:

du même qu'en biologie l'excitant crée la fonction, et la fonction l'organe, en linguistique le déficit éveille le besoin (d'alleurs toujours latent) et ce dernier déclenche le procede qui doit le satisfaire (Frei 1929: 22).

Por tanto, los errores (fautes) no ocurren por azar, sino que están regidos por un sistema de reglas que los vuelven previsibles. Se manifiestan contra el trasfondo de regularidades (la grammaire), y revelan los aspectos de la lengua que se adecuan a las expectativas de los hablantes.

La lista de las necesidades básicas identificadas por Frei es muy limitada e intuitiva por naturaleza: asimilación, diferenciación, brevedad, invariabilidad y expresividad. Estos términos son evidentes por sí mismos, basta señalar que los tres primeros son muy semejantes a nuestro Principio de Determinación Física, en tanto el último se vincula con el Principio de Substancia e Iconicidad. En una palabra, al analizar el fenómeno de la lengua en términos de necesidades y procedimientos, Frei restringe la aplicabilidad del Principio de Arbitrariedad:

l´arbitraire su signe, et la variabilité qu´il permet, étant admis en principie, il faut bien reconnaître qu´en pratique cette mobilité est chose toute relative (Frei 1929: 137)

Empleando una terminología hecha en gran medida a base de referencias al mundo biológico (besoin, instinct, etc.), Frei establece una teoría del lenguaje dominada por la autonomía entre sus necesidades básicas: por ej., la necesidad de asimilación (1929: chap 1).

tend à asimilar les uns aux autres les signes par leurs formes et par leurs significations pour les ordonner en un système (1929: 27; el subrayado es nuestro);

pero

la réduction des signes en une masse homogéne a sa contre-partie dans le besoin de Différentiation ou de Clarté. Le besoin d'Economie exige que la parole soit rapide, qu'elle se dércule et soit comprise dans le minimum de temps. De là les abréviations, les raccourcis, les sous-entendus, les ellipses, etc., que la langue parlée présente en si grand nombre. En outre, pour que les associations engagées dans le jeu de la parole puissent fonctioner avec le moindre effort de mémoire, il faut que le signe ne change pas ou change le moins posible de forme en passant d'une combinaison syntagmatique, respectivement d'une catégorie grammaticale, a là autre (Invariabilité). Les verbes irreguliers, par exemple, sont un défi à la mémoire (...). Seules la haute fréquence d´emploi et la contrainte collective réussissent à maintenir de telles anomalies (1929: 27-28; el subrayado es nuestro).

Con todo, más que “restringir”, la última necesidad (expresividad) favorece virtualmente al Principio de Arbitrariedad:

le besoin d'expressivité d'constamment à remplacer les oppositions usuelles, à mesure qu´elles devienent automatiques et arbitraires, par des oppositions neuves, chargées par leur imprévu de mettre en éveil l´attention de l´interlocuteur et de faire jaillir chez lui un minimum au moins de conscience (Frei 1929: 237; el subrayado es nuestro).

Todos los pasajes subrayados refieren una serie de limitaciones de la arbitrariedad. Lo que comparten es un complejo de restricciones impuestas por la naturaleza física de los hablantes (memoria, mínimo esfuerzo, ahorro de tiempo, atención, inercia, etc.). A través de la interrelación de estas fuerzas, Frei esboza asimismo un modelo posible para la diacronía:

L'harmonie et l'antinomie relatives entre les besoins est un fait dont on n'a pas encore tiré toutes les conséquences, mais qui constitue sans doute le facteur principal de la stabilité ou de l'inestabilité des systèmes linguistiques. La stabilité d' une langue correspond a un état d' “équilibre des besoins”, dans lequel aucun de ceux-ci n´est assez fort pour modifier appréciablement le système; tandis que la direction dans laquelle une langue évolue n´est en fin de compte que la resultante du “parallélogramme des besoins” qui agissent sur elle (Frei 1929: 28).

3.1.3. El tercer miembro de nuestra tríada es G.K.Zipf, un lingüista aislado, conocido principalmente a través de André Martinet (1955)18 y las referencias frecuentes a su obra y su formulación de leyes estadísticas en el lenguaje, ignorado y olvidado como lingüista, si no como especialista en estadística, Zipf argumentaba desde posiciones que, desde el punto de vista de los lingüistas ortodoxos, parecía invariablemente pintoresca (ver por ej., la opinión de G.A.Miller en su “Introducción a la reimpresión de la obra de Zipf”: Psycho-Biology of Language). Pero no deberíamos se inducidos a error por juicios precipitados y reduccionistas. Zipf perdura como uno de los representantes más interesantes del Principio de Determinación Física como limitación de la arbitrariedad, otro nexo en esta cadena.

G.K.Zipf también admite la influencia de Jespersen19. El marco general de su teoría (según la Psico-Biología del Lenguaje) principalmente, y la Conducta Humana y el Principio del Mínimo Esfuerzo), se forma de hecho por el modelo de la biología evolucionista (cf. 1935: 89). Sobre esta base, el lenguaje es una forma de la conducta, sometida como toda conducta a reglas fijas que pueden describirse a través de medios estadísticos. Esta aproximación, llamada “filología dinámica”, es “dinámica” precisamente porque se refiere al estudio de las modificaciones que sufre el lenguaje como consecuencia de las limitaciones de los usuarios humanos. Las necesidades de los hablantes imponen restricciones específicas (limitaciones, modificaciones, simplificaciones, abreviaciones, incrementaciones y así sucesivamente) sobre la estructura de la lengua. Podríamos ejemplificar este aspecto fácilmente, citando varias cuestiones abordadas por Zipf en sus libros. Dos bastan para nuestro propósito: la noción de “umbral de tolerancia de los fonemas” (1935: 110ff.) y la “complejidad de articulación” de los conceptos.

Un fonema se debilita hasta que desaparece o se refuerza, en tanto se torna elativamente más frecuente. Si la frecuencia es demasiado alta y tiende a aparecer en cada palabra en la misma posición, invariablemente se debilita hasta que desaparece. Por otro lado, si su nivel es inferior a cierto umbral se torna estable y diacrónicamente permanente. Según Zipf, el motivo de ello es el siguiente:

every language must possess a sufficient vaeriety of discernibly different vowels, consonants and other phonemic units, so that permutations of the same, together with other resources (such as accent, tones, syntax), con adequately express its body of concepts (1935: 110).

La razón fundamental de esta regularidad es lo que llamamos Principio de Determinación Física. Debe haber suficientes distinciones en el discurso para que la gente pueda señalar o identificar conceptos, por ej., producir o interpretar modelos de sonidos significativos. Respecto de la segunda cuestión, la articulación compleja de conceptos, la posición de Zipf es bastante similar a la de Locke20 (si bien no la cita): un concepto altamente articulado tiene un solo término para expresarlo (e incluso simple), si tal concepto ostenta una recurrencia considerable. La gente tiende a “guardar” ciertos conceptos articulados y complejos en el “sobre” de un solo término, para manipularlo fácilmente.

Though nothing prevents our having in English a single word whose denomination is “a person's uncle's second wife's tenth child”, the fact remains that so such words exist. The reason for our lack of a word for this concept is clearly because the concept does not possess a sufficiently high relative frequency of occurrence (1935: 235).

La creación o eliminación de un término depende del grado de conveniencia de disponer de cierto conjunto de “genes de sentido”, presentado en una forma manipulable. La expresión “genes de sentido” es una expresión brillante de Zipf, inspirada en la biología: 1935: 299-303.

3.1.4. Modelos de referencia. Como observación final de esta sección, puede apreciarse que los defensores del PA se inspiran en un modelo de ciencia bastante diferente de aquel de sus colegas del PS. Se ha observado correctamente (Amacker, 1972) que los lingüistas, en su evolución histórica, tomaron varias ciencias exactas como modelos de referencia. En el debate corriente, es claro que la ciencia detrás del PA –en sus versiones más estrictas, como la de Saussure– es la Matemática (cf. Godel 1966), mientras que detrás del PS se encuentran ciencias como la Biología, la Psicología y, en algunos casos, la Sociología –es decir, disciplinas especialmente sensibles a la definición de los usuarios del lenguaje antes que al andamiaje abstracto del mismo.

4. La restauración del PS

Como es bien sabido, el PS prevaleció a lo largo de la historia, hasta conformar una pauta teórica, aceptada en gran medida en los libros de texto y en obras de referencia. No existen virtualmente libros básicos de lingüística que no presenten alguna versión del mismo21. La última sección de este artículo apunta a mostrar que a pesar del predominio del PA, el PS pudo sobrevivir “subterráneamente” –por así decirlo–, y, en verdad, en los últimos diez o quince años un número destacado de lingüistas, individualmente o en grupo, lo “exhumaron” (o para ser precisos, exhumaron los dos principios sobre los que se fundamenta). Este hecho es aun más significativo, dado que aparece luego de un largo período de olvido y negligencia. Tan sólo podría pensarse en la reducción drástica de las investigaciones semióticas respecto de los problemas de los fundamentos en el estructuralismo clásico (sobre todo la llamada versión “americana” del mismo)22. En verdad, los lingüistas estructuralistas pueden considerarse uno de los mayores culpables por el planteo unilateral de toda la cuestión de la naturaleza semiótica del lenguaje (con la excepción de Hjelmslev)23. Para convencernos de ello, basta tan sólo con observar que el restablecimiento contemporáneo del PS parece ser típico de la corriente lingüística más sensible a la cuestión de la fundamentación semiótica del lenguaje. Por el contrario, parece ajeno a los intereses de los lingüistas sin fundamentación semiótica, como la gramática generativa24.

Para mayor claridad, dividimos nuestra argumentación en dos partes conceptuales principales, cada una correspondiente a supuestos específicos, incluso en el caso de que ciertas corrientes o movimientos de los dos supuestos puedan, por supuesto, fundirse naturalmente.

4.1. Los que adquieren el lenguaje y las jerarquías

Se han realizado una gran cantidad de investigación –y aún continúa–, bajo la hipótesis general que podemos reformular con la afortunada frase de Comrie: “Los lingüistas necesitan a los que adquieren el lenguaje”25. Ello equivale a decir que ciertos aspectos de la organización del lenguaje sólo se revelan si los estudiamos a través de la evidencia, tomada a partir de la conducta de los que adquieren el lenguaje (ya sean alumnos escolares, gente que aprende una lengua espontáneamente o no, o gente involucrada en un proceso de aprendizaje “natural” –como por ejemplo los inmigrantes). Las lenguas, entonces, descubren facetas que no podrían ser entendidas de otra manera. Por ej., la bien fundada observación respecto de los que adquieren la lengua, puede demostrar que aquellos siguen durante el proceso de aprendizaje un orden determinado y estable para adquirir los elementos del lenguaje. Por tanto, el lenguaje (y cada lengua) muestra organizaciones “estratificadas” de modo tal que podemos acceder a un estrato si y sólo si logramos atravesar los estratos precedentes al mismo 26.

Como resultado de ello, la noción de “jerarquía” es central en este enfoque. De hecho, el interés más importante de este tipo de lingüística es construir sucesiones ordenadas de adquisición (“jerarquías” o “jerarquías de asequibilidad”), que se asumen para revelar, simultáneamente, cómo se estructuran realmente las lenguas. De este modo, las nociones de grados de dificultad y de naturalidad reaparecen, las que estaban latentes (como efecto del Principio de Forma y Diferencia) en la lingüística fundada en una versión fuerte del PA. Un aspecto a tratar es la jerarquía de asequibilidad, que Comrie y Keeman, por ej., identificaron para las proposiciones subordinadas y las series de otras jerarquías postuladas a partir de aquélla27.

De un modo más notable, los lingüistas interesados en el fenómeno del “interlenguaje” asumieron que los errores de los hablantes, en su conducta lingüística, eran significativos; tal asunción ocurrió, en gran medida, sobre la base de cierta versión del Principio de Determinación Física. Los puntos donde los errores tienden a concentrarse son áreas de densidad estructural y complejidad. Más aún, un proceso de simplificación es dable que tenga lugar en semejante área28.

4.2. Naturalidad

Las investigaciones basadas en el principio de “naturalidad” en lingüística, la fonología (a partir del clásico estudio de Stamps, en 1969), la morfología, y más recientemente la sintaxis, enfatizan el rol de la motivación y de la iconicidad en la estructura y evolución de las lenguas. Según esta perspectiva, los hablantes comparten cierto grado de expectativas “naturales” acerca de la estructura y funcionamiento de la lengua que emplean (o aprenden), y se comportan como si estas expectativas fueran verdaderas. La primera y más importante de las mismas es que las palabras se expectan como “transparentes”, sobre todo las que permiten a los hablantes conjeturar sentido a partir de la forma y viceversa. Distintas lenguas pueden responder en forma diferente a estas expectativas: algunas (por ej., el árabe o el húngaro) contienen realmente palabras estructuradas de ese modo, otras no29. Cuando un hablante aprende una lengua que no satisface sus expectativas “naturales”, tiende a modificarla, ya sea simplificándola o suprimiendo aquellos aspectos de la lengua que ocasionen problemas o recurriendo a otra estrategia.

Bajo tal enfoque, existe una serie de supuestos, algunos de los cuales pueden citarse de la siguiente manera: a)ciertas expectativas son innatas, es decir, intrínsecas a los usuarios de la lengua en tanto procesadores de información; b)la cantidad de “energía” necesaria para la producción o recepción de un mensaje determina hasta cierto grado de modificación del mismo código. Por ej., un factor a menudo ignorado, como la “percepción”, debe ser tenido en cuenta como un medio importante para explicar ciertos aspectos de la lengua (como la asimilación o remotivación morfológica de las palabras)30.

Este enfoque conduce a la formulación de un tipo de regla, en este caso la regla de “naturalidad”. En un extremo, están los aspectos más “naturales” de la lengua, y en el otro, los menos “naturales”: todo puede asumirse como natural según la reorientación personal del investigador (esto es, también el caso en cada tipo de reflexión que apunte a circunscribir a las “bases” de cualquier institución, como por ej., la ley o la sociedad). Un modo aceptable para definir esta noción –de otro modo elusiva–, es identificarla con lo “icónico”: lo que es icónico es más natural al hablante que lo que no lo es31. Más aun, la iconicidad se determina no sólo a nivel de las palabras (como en las discusiones tradicionales), sino en todos los niveles del lenguaje; desde la atómica (por ej.,la fonología)32 hasta las más extendidas (sintaxis y texto)33. Entonces, la dimensión textual aparece por primera vez en este tipo de discusión. Muchos fenómenos textuales (desde la ordenación de las proposiciones hasta la continuidad tópica34 pueden resultar afectados en cierto modo por la iconicidad, esto es, por el esfuerzo de “copiar” (para emplear un término de Locke) la sucesión de hechos. La adquisición de la escritura en los niños es todavía otro campo de investigación que atribuye importancia al PS; aquí la “expectativa” de iconicidad del niño, es decir, la correspondencia entre “el total de lo escrito” y el “tamaño” de los objetos representados, parece ser un estadio importante en el proceso de adquisición.

5. Consideraciones Finales

Como vimos en varios casos, el PA ha dominado la historia de la lingüística como resultado de un tipo de interpretación unilateral de los hechos. Representantes del PS quizá fueron tan numerosos y notorios como los colegas del PA, pero no lograron mayor crédito, salvo en regiones fronterizas y marginales de la lingüística. Es muy notoria la restricción frecuente de la no-arbitrariedad al ámbito de la onomatopeya, solamente.

Hoy en día, este modelo parece estar en dificultades. Varias líneas de investigación esbozadas en 34 resumen eficazmente la que atraviesa la historia de la lingüística. Además, se expanden sobre los principios del PS que este artículo propuso formalizar (y en particular, el segundo, el de Determinación Física). Estas líneas de investigación –ya sea empíricas, semióticas, o lo que fuere– convergen en una sola idea, crucial a la teoría del lenguaje: los sistemas lingüísticos no son indiferentes a los hablantes, pero mantienen sus marcas e incluso quedan afectados por la presencia física. Errores, olvidos, procesos de simplificación, ritmos de aprendizaje, transmisión de lenguas de una generación a otra, transparencia, percepción, etc., son todos factores influyentes en la estructura de las lenguas.

La investigación futura dirá hasta qué punto estas líneas de pensamiento serán productivas. Es difícil prever, en cualquier caso, si contribuirán para una renovación en el análisis semiótico del lenguaje (que parece haber sido descuidado demasiado tiempo) y en la investigación de las propiedades de las lenguas.

Notas:

[1] Panhuis (1981), dedicado a un tópico aparentemente muy similar a uno de los desarrollados en este artículo: la ilustración de la controversia “arbitrariedad”/ “motivación” en la lingüística moderna, contiene datos útiles acerca de la cuestión debatida. Lo menos convincente es el tono general –muy drástico-, y la defensa muy forzada de una concepción de la lengua meramente “motivada”. (Una referencia frecuente de Panhuis es el clásico Benveniste (1939), que, como es bien sabido, constituye una de las defensas más potentes de la fundamentación de la naturaleza no arbitraria de las lenguas para sus hablantes.) Una visión fuertemente anti-iconicista en semiótica es la de Eco (1978). Por su parte, el presente artículo se basa en una serie de simplificaciones deliberadas: posiciones que apenas se diferencian unas de otras se adscriben a un mismo paradigma, con reducciones varias y obvias. Al respecto, debe destacarse de antemano que el objetivo del presente artículo no es estrictamente histórico, sino epistemológico –hasta cierto grado. Como ocurre en trabajos de esta índole, la construcción de los paradigmas –si bien a veces drástica-, es una herramienta útil para la argumentación, a pesar de las pérdidas que pueda ocasionar.

[2] Entre las exposiciones históricas de la cuestión de la arbitrariedad del lenguaje, cf. De Mauro (1963) y Coseriu (1967).

[3] Obviamente, la referencia corresponde a de interpretacione (16a 2-8). Sobre el pensamiento lingüístico de Aristóteles, ver Pagliaro (1961). La cuestión de la correcta interpretación de la lingüística aristotélica todavía está abierta, absolutamente. Incluso la lectura de syntheke como “convención” parece dudosa. Franco Lo Piparo anuncia un libro dedicado al tema.

[4] La interpretación de la semántica de Locke corresponde a Formigari (1968); para una síntesis general de esta cuestión, ver Simone (en prensa).

[5] Ver Formigari (1968).

[6] Ver por ej., Leibniz, NEEH, II #1. También este punto remite a una interpretación “popular” del pensamiento lingüístico de Leibniz, que todavía aguarda un estudio profundo.

[7] Esta lectura de Saussure fue propuesta y discutida en detalle por De Mauro (1967 y ed. subsiguientes), quien cita entre sus fuentes a Godel (1966).

[8] Debe mencionarse aquí que esta postura saussuriana despertó observaciones críticas. Malmberg (1945) argumentó que nuestra libertad de sustituir una pieza por otra es limitada: No puedo colocar un auto (real) en el lugar de un caballo, por razones obvias. Esto significa que la substancia no es completamente indiferente; puede serlo en tanto ciertos límites se transpongan.

[9] Una descripción detallada y rica del entorno cultural de la lingüística saussuriana se ofrece en De Mauro (1967) y en Koemer (1973), entre otros.

[10] Por el momento, sólo podemos intentar adscribir este modelo a un grupo de filósofos del lenguaje, como Platón o Leibniz, pero la historia de la evolución del PS todavía está por escribirse. En la historia de la lingüística, los defensores de lo considerable como semejante al PS son descriptos usualmente en términos negativos, cuando no despectivos. Ver por ej., cómo se discuten en Lyons (1968).

[11] El razonamiento seguido usualmente en el siglo XVIII, cuando se reconstruía el origen del lenguaje es el siguiente: al comienzo, los signos usados eran icónicos (gestos y también las primeras palabras); luego, gradualmente como resultado de un tipo de consumo o pérdida del vínculo entre el significante y el significado, el signo se vuelve arbitrario. La arbitrariedad es, entonces, una suerte de producto secundario de la iconicidad, y los restos de iconicidad en las lenguas deben considerarse como marcas de un estado primigenio. Para toda esta cuestión, el esbozo ofrecido por Aarsleff (1976).

[12] Una sobresaliente formulación y discusión del pensamiento lingüístico de Vico (el mejor), es la de Pagliaro (1961), que ofrece una perspectiva de la filosofía del italiano, muy bien equilibrada entre la arbitrariedad y el iconismo.

[13] Para una exposición de la lingüística de Condillac, una referencia casi standard es Aarsleff (1974). Simone (en prensa) expone un esquema general de la filosofía lingüística del siglo XVIII.

[14] Esta sección es más tentativa que las precedentes. Si bien la lingüística que denominamos fin de siècle tuvo una función crucial en la transmisión del legado filosófico decimonónico a la lingüística moderna, no existen estudios sobre su modelo teórico en la compleja trama de aspiraciones matemáticas, biológicas y sociológicas.

[15] Ver también, para este punto, Jespersen (1894, 1914, 1928).

[16] Ver, por ej., “komplikation geht immer vor. Simplifikation, chaos dem cosmos voraus” (Jespersen 1914: 101).

[17] Cf. Hjelmslev (1945).

[18] Este es otro punto donde la naturaleza tentativa de nuestra discusión es más evidente. De hecho, entre Jespersen y Frei hay una trama completa de investigadores, teóricos, influencias, tanto de la lingüística como de otras disciplinas como la biología, la psicología, etc. Por ej., las fuentes de la lingüística de Jespersen o de Frei, si fuera posible explorarlas cuidadosamente, parecerían con copiosas ramificaciones y enraizadas en la psicología positivista, la fisiología y el empirismo. Entre las fuentes explícitamente citadas por Frei podría mencionarse a O.Funke, A.Marty, W.Havers, Ch.Bally (el último podría abordarse fructíferamente en el contexto de nuestra discusión); ver más abajo. Luego de un largo período de silencio, Frei retornó a la cuestión de la arbitrariedad en 1974, una vez más anti-arbitrarista.

[19] Este enunciado debería apoyarse y corroborarse con más datos. Las posiciones de Bally acerca de la cuestión de la arbitrariedad no es tan arbitraria; todas sus discusiones sobre la dimensión “efectiva” del lenguaje pueden fácilmente ser interpretadas como una reivindicación de los límites de la arbitrariedad. Ver, por ej., Bally (1950: ## 197 ff.) acerca de la “simbólica” (por ej., motivada) naturaleza de ciertos tipos de palabras y fenómenos de entonación.

[20] La de Martinet (1955) fue de hecho la más precisa y penetrante aplicación del Principio del Mínimo Esfuerzo, y en verdad es posible indicar que toda la discusión de Martinet sobre el cambio fonológico se basa en los supuestos de Zipf. Por otro lado, la tendencia teleológica del primer estructuralismo (sobre todo en fonología), halló en Martinet –vía Zipf– nuevos fundamentos y evidencias. Pero a causa de un extraño fenómeno, este principio desapareció virtualmente durante décadas luego de cierto reconocimiento. También la historia de los efectos de este principio en lingüística merecería un estudio profundo.Ver, por ej., la cantidad de citas de Jespersen (1922) y de referencias al mismo, en Zipf (1935).

[21] Ver, por ej., la cantidad de citas de Jespersen (1922) y de referencias al mismo, en Zipf (1935).Cf. Locke EHU. III. IV, # # 5-7.

[22] Cf. Locke EHU. III. IV, # # 5-7.Ver por ej. Lyons (1968: 63-65).

[23] Ver por ej. Lyons (1968: 63-65).La única excepción significativa a estos enunciados es un lingüista que apenas puede considerarse como representante ortodoxo del estructuralismo norteamericano, Ch.F.Hockert (ver en especial Hockert, 1968, que, a pesar de título, constituye una discusión rigurosa y muy convincente sobre la semiótica del lenguaje y la continuación de muchas de sus ideas por De Mauro (1984). Ver, para una apreciación lingüística pionera de los errres, desde una perspectiva estructural, Fromkim (1973).

[24] La única excepción significativa a estos enunciados es un lingüista que apenas puede considerarse como representante ortodoxo del estructuralismo norteamericano, Ch.F.Hockert (ver en especial Hockert, 1968, que, a pesar de título, constituye una discusión rigurosa y muy convincente sobre la semiótica del lenguaje y la continuación de muchas de sus ideas por De Mauro (1984). Ver, para una apreciación lingüística pionera de los errores, desde una perspectiva estructural, Fromkim (1973).Cf. Hjjelmslev (1943) y la evolución estricta posterior, como Garroni (1972), De Mauro (1984).

[25] Cf. Hjjelmslev (1943) y la evolución estricta posterior, como Garroni (1972), De Mauro (1984).Una excepción parcial a esto es la serie de reflexiones producidas por Aronoff (1976 y Anshen-Aronoff 1981), donde aborda la cuestión de la transparencia de las palabras y su función en la determinación de la productividad, y ello a partir del análisis de un problema morfológico.

[26] Una excepción parcial a esto es la serie de reflexiones producidas por Aronoff (1976 y Anshen-Aronoff 1981), donde aborda la cuestión de la transparencia de las palabras y su función en la determinación de la productividad, y ello a partir del análisis de un problema morfológico. Cf. Comrie (1984).

[27] Cf. Comrie (1984).Se ha notado que este tipo de abordaje recuerda en detalle el de Jespersen, respecto de la sucesión de adquisición y pérdida fonológica, como se expresó en Jakobson (1941) y posteriormente.

[28] Se ha notado que este tipo de abordaje recuerda en detalle el de Jespersen, respecto de la sucesión de adquisición y pérdida fonológica, como se expresó en Jakobson (1941) y posteriormente.Keenan-Comrie (1977) presenta la idea de jerarquía de asequibilidad para las proposiciones subordinadas, que fue tomada y desarrollada por los autores en muchas oportunidades, posteriormente.

[29] Keenan-Comrie (1977) presenta la idea de jerarquía de asequibilidad para las proposiciones subordinadas, que fue tomada y desarrollada por los autores en muchas oportunidades, posteriormente.Si bien muy ignorado

[30] Si bien muy ignorado por los lingüistas teóricos, el enfoque “interlenguaje” puede ser fructífero -en nuestra opinión-, para una teoría general del lenguaje. Tres compilaciones de trabajos según esta perspectiva son Arcaini-Py (1984), Giacalone-Ramat (1986 y 1988).

[31] La mejor ilustración y justificación de los análisis según las “expectativas naturales” es Dressler (1985), un trabajo que completa y sintetiza una larga serie de estudios más específicos.

[32] El rol de la percepción en la organización morfológica está apropiadamente enfatizado por Meyerthaler (1981). Ver también Simone (1988 y 1983).

[33] Ver por ej., las escalas diferentes que establecieron Séller (1983, 1990; para los medios de expresión de la posesión), Corbett (1979; para técnicas de concordancia), Lehmann (para proposiciones subordinadas, 1986; para la concordancia, 1988), Haiman (1985) o Givón (1984).

[34] Entre muchas posibles, podríamos hacer referencia a Tanz (1977).

Nota del traductor:
El idioma inglés dispone de un mismo término (language) para designar los conceptos de “lengua” y “lenguaje”. Por ello, en la presente traducción aparece el término “lengua” cuando el contexto induzca el significado de “código” o de “idioma” en su forma escrita u oral; en tanto“lenguaje” aparece en su significación más abstracta, como sistema general de signos para la comunicación.

(Traductor: Patricio J. Cernadas)


Publicado en Ad-VersuS, II, 2-3, julio-diciembre 1991, Roma-Buenos Aires: 9-21