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AdVersuS, Año I,- Nº 1, Junio 2004
ISSN: 1669-7588
1

LA INVESTIGACION LITERARIA EN EL MARCO DE UNA TEORIA SEMIOTICA DE LA CULTURA

Hugo R. Mancuso
UBA - IIRS
A la memoria del maestro F.Rossi-Landi
Buenos Aires, 1988
1. Premisas:

1.1. En el estado actual de los estudios semióticos, resulta obvio que las muchas, variadas, y a veces contradictorias aproximaciones a la obra literaria, pueden reducirse a dos perspectivas complementarias y alternativas, básicas y definitorias del estudio: una auctor-centrista y otra lector-centrista (Eco 1979; Mancuso 1987); diferenciación basada ante todo en dos diversos y distintos objetos de investigación, es decir aquella que pone el énfasis en la expresión del autor y aquella que en cambio hace lo propio con la recepción del lector.

1.2. Una obra literaria es, obviamente, un conjunto (sistema) de signos lingüísticos in praesentia– (i.e. los signos que constituyen la obra) –y no lingüísticos (Rossi-Landi 1966, 1967c, 1967e, 1968b, 1968e) –in absentia (i.e. los objetos denotados y connotados –referidos– por aquellos signos lingüísticos)– que constituye una complejísima y extensísima expresión lingüística (Lo Cascio 1982).

1.3. Asimismo, una expresión lingüística deviene “texto cuando está temporalmente (históricamente) vinculada con un contexto; i.e. cuando está “especificada” por una variable de tiempo vinculada (o “ligada”) con un intervalo supuestamente conocido o dado tanto para un receptor (escucha, lector) como eventualmente también para el emisor. En otras palabras, texto es toda expresión lingüística histórica (real y concretamente) decodificada.

1.4. La obra literaria (artística en general), entendida como un texto, se nos presenta naturalmente como un objeto de investigación semiótica (Rossi-Landi 1967a), puesto que un estudio real, riguroso y completo (aun siendo eventualmente perfectible) debe considerar los múltiples elementos intervinientes en el acto comunicativo –ya implícitamente señalados–: el emisor, el receptor y el sistema sígnico; considerados como elementos interdependientes y solidarios (Saussure 1915); Bloomfield 1933; Jakobson 1958).

No obstante, debemos evitar un equívoco muy frecuente en la bibliografía pretendidamente semiótica: un texto es un complejísimo conjunto o sistema de signos y no de puros significantes (Rossi-Landi 1967a (ap. 19792:11).

1.5. La existencia real de los sistemas sígnicos, lingüísticos o no lingüísticos (Rossi-Landi 1966) debe ser entendida como un proceso activo, dinámico y diacrónico (Morris 1938) y no como una estructura pasiva, estática y sincrónica; es decir una delicada dialéctica alternativa entre la obra, su receptor y sus connotados y denotados (referente) e incluso su canal o medio comunicativo (escrito, oral, etc.) así como las convenciones discursivas implicadas.

1.6. Todo proceso sígnico –de semiosis (Morris 1938)– por su dinamismo inherente es un proceso radicalmente histórico y social, que puede ser definido como una fuga infinita de interpretantes (Peirce, [1931-58]), es decir interpretaciones (decodificaciones) del texto, en contexto y situación, las cuales a su vez determinan un nuevo proceso comunicativo (Eco, 1968).

1.7. El hecho de que un texto literario este constituido por signos, que son decodificados a su vez contextualmente y en situación, permite definirlo como un sistema modelizante secundario (Lotman 1970, 1971) en relación subordinada con respecto al sistema modelizante primario fuertemente estructuralizado que es el lenguaje (Lotman 1971).

1.8. La estructuralidad de la obra, que es la estructuralidad misma del lenguaje, determina una forma significante con significado propio. Lo cual implica afirmar que expresa una determinada ideología (contenido) manifestada estéticamente (forma), en relación dialéctica con el emisor y el receptor, “comunicándolos” entre sí (Corti 1976; Rossi-Landi 1961).

1.9. Los interpretantes del texto, elaborados en sus respectivas lecturas, pueden eventualmente generar sendos textos con lo que se reafirma la infinitud del proceso de semiosis. Razón por la cual un estudio literario riguroso debería adoptar complementariamente ambas perspectivas, auctor – y lector-centrista, sin exclusión ya que, en rigor, son interdependientes: los interpretantes generados a partir de ciertos textos –que a su vez fueron generados por otros interpretantes– generan otros tantos textos-interpretantes.

1.10. Los textos, así como sus eventuales interpretantes o "lecturas" (Barthes 1953, 1964, 1966, 1973), poseen un fuerte condicionante generacional, de clase e incluso individual; constituyendo de este modo una específica "mentalidad" (Pérez Amuchástegui 1964) determinada por una cultura y por una ideología y que eventualmente actuará como uno de los elementos determinantes de la hegemonía (Gramsci [1975]: Q.I, IV, V) de su respectivo campo intelectual y en particular literario (Bourdieu (1967), 1971).

1.11. Será el análisis de la forma del texto,  de sus estrategias expresivas, la que nos posibilitará pasar de la perspectiva de análisis auctor-centrista a la del análisis lector-centrista, y viceversa (cfr. Goldamnn 1959, 1970). Las distintas "lecturas" son en gran medida condicionadas por las "escrituras" así como las "escrituras" lo son por las "lecturas" de sus emisores o productores (Rossi-Landi 1968e, 1985).

1.12. Resulta también claro que entre la "escritura" o emisión del texto y su "lectura" o recepción, existe un desfasaje, (que en términos informáticos puede ser interpretado como una entropía o degradación de la información (Eco 1962, 1966), a veces mínimo, a veces considerable, otras insalvable (Eco 1962: C. III. "Forma e apertura", C. III. "Del modo di formare come impegno sulla realtà", 1964, 1979).

Todo proceso de producción y de decodificación de un texto es situacional y contextual (i.e. histórico), lo cual condiciona grandemente su significación. Los universos del discurso (Rossi-Landi 1961) de los individuos intervinientes en el proceso comunicativo facilitan a veces, entorpecen otras, dicha comunicación.

1.13. Finalmente, cabe señalar que el proceso dialéctico de relación -verdadera transacción (Rossi-Landi 1972)- entre el emisor y el receptor, entre la escritura y la lectura puede presentarse como una dialéctica entre la forma (en sentido amplio: el estilo conjuntamente con la ideología) de la obra -que es en definitiva un "hipersigno" (Corti 1976)- que el emisor expresa y que además comunica al receptor (y que la quiere imponer y afirmar como "real" en la aceptación de éste) y la apertura de la decodificación (condicionada o limitada también por sus presupuestos estilísticos o ideológicos) que el lector re-crea (Eco 1962: C.III., 1968: A.3.IV; Bajtin 1952-3 (1979)).

1.14. Esta dialéctica entre forma y apertura plantea dos cuestiones centrales: ante todo, la oposición, también dialéctica obviamente, entre lo que una cultura acepta como real o verosímil (realismo -que siempre expresa una ideología básicamente "conservadora" y "restauradora" de dicho status quo-) que pretende imponerse como natural, a priori e inmodificable (Rossi-Landi 1967g); y aquello que se presenta como "renovador", "alternativo" e incluso "revulsivo", con la pretensión de ser aceptado como producto de la voluntad de modificación y cambio de intereses, bienes y valores.

La dialéctica forma-apertura o conservación-renovación, se muestra así como el núcleo central del mecanismo semiótico de toda cultura (Lotman 1971); es decir, como la oposición constante, emergente de la lucha de clases, entre los valores hegemónicos y las hegemonías alternativas (en formación, ascenso, expansión o decadencia) de dicha sociedad (Gramsci [1975]: I, IV, V).

1.15. La segunda cuestión planteada implica aclarar un malentendido muy común en la crítica pseudo-científica y post-estructural: aceptar la posibilidad de un estudio de las aperturas de las formas en un proceso de decodificación, no implica afirmar la arbitrariedad de dicho estudio (aun siendo eventualmente arbitrarias las interpretaciones estudiadas -aunque nunca totalmente inopinadas-) ni tampoco implica aceptar su absoluta inconstrastabilidad. Vale decir la intersubjetividad de una investigación rigurosa, queda asegurada, (dentro de los límites de toda labora científica que por definición es aproximativa, rectificable y perfectible) con la sola explicitación de los mecanismos contrastivos de la investigación. Queda asegurada, y además debe tenderse a ello (Schuster 1985; Mancuso 1985).

Es decir, aquello que aquí se postula es la posibilidad de una investigación rigurosa no sólo de las escrituras, sino también de las lecturas (principal aporte de la semiótica científica reciente y de la lingüística  discursiva y textual (Weinreich 1964; Segre 1970; Avalle 1970; Eco 1975; Mignolo (1978); Pagnini 1980) (cfr. Ponzio 1976; Mancuso 1987)). Ciertamente toda interpretación científica, se dirá, también es una lectura; pero la diferencia radica justamente en el grado de conciencia de la misma (conciencia también de sus límites) y en la explicitación contrastiva antes mencionada.

2. Criterios para el análisis ideológico de un autor de textos literarios

2.1. El autor de textos literarios o de otro tipo, también es un individuo inmerso en la sociedad, con algunas complicaciones particulares (v.gr.: por lo general, posee un mayor grado de conciencia dentro de los límites posibles de ésta).

2.2. Todo texto por su parte sobreentiende o acompaña siempre ideologías, a las cuales puede promover o inspirar.

2.3. A su vez, es innegable que cualquier estudio riguroso de la ideología de un texto literario, y por supuesto también de la ideología (conciente o inconciente) de su autor (que se expresa en otras manifestaciones de su vida y que no siempre coinciden absolutamente o sin residuos con la ideología explícita o implícita en el texto) e incluso el estudio de las ideologías de los eventuales lectores, debe presuponer un completo, complejo y riguroso sistema crítico de categorías metódico-gnoseológicas -que también serán obviamente ideológicas-; tales como: cultura, lenguaje, literatura, hegemonía, estructura, superestructura, determinación, reflejo, tipología cultural, dominante-residual-emergente, presupuestos de época y de clase, falsa conciencia, conciencia posible, etc. (Goldmann 1959, 1970; Gramsci [1975]; Lukacs 1923, 1947-8; Rossi-Landi 1972 , 1985; Williams 1958, 1961, 1962, 1973a, 1973b, 1974, 1976, 1977, 1980a, 1980b, 1981) aplicables tanto al análisis del autor como del lector (incluidos los críticos). Asimismo, se deberán tener en cuenta otras categorías más específicas como: escritura, lectura, práctica social, convenciones sociales y discursivas, géneros discursivos, forma, práctica creativa, alineación lingüística, etc. (Barthes 1964, 1966, 1973; Rossi-Landi 1972 , 1985).

2..4. El punto de partida de un estudio del género, deberá considerar en primer lugar la situación histórico-social del autor; es decir, comprender las condicionantes de su trabajo expresivo.

2.4.1. Cada autor se sirve de una determinada lengua; i.e. de un sistema sígnico verbal en un preciso momento de su desarrollo.

A lo largo de los siglos, el sistema sígnico verbal de la comunidad lingüístico-cultural a la cual el autor pertenece, se ha ido desarrollando por obra tanto de la comunidad de hablantes como de otros autores literarios: éste es el primero y más obvio condicionamiento histórico-social de cada autor (Rossi-Landi 1968c; Sapir [1952]; Whorf [1949]).

2.4.2. El sistema sígnico verbal, sin embargo, no existe aislado de los otros sistemas sígnicos practicados en esa misma comunidad de hablantes ni en otras comunidades lingüísticas con las cuales estuviera eventualmente en contacto (Weinreich 1976). Tales sistemas también pueden ser verbales (otras lenguas naturales habladas en la comunidad -en el caso de ser una sociedad bilingüe, o una zona fronteriza, o por grupos de inmigrantes o minorías étnico-lingüísticas, etc. -e incluso otras lenguas estudiadas, habladas, conocidas o utilizadas por el autor- en el caso de ser éste bilingüe, o habitar zonas fronterizas, o pertenecer a una región dialectal, o por sus viajes al extranjero e incluso por su posible exilio, etc.-); o en cambio no verbales , en sentido estricto o amplio: sistemas pre-verbales, para-verbales, post-verbales (Barthes 1965; Rossi-Landi 1967a).

Los sistemas sígnicos no-verbales también son particularmente importantes para la crítica literaria en particular y la semiótica en general, ya que -y a pesar de haber sido demasiado olvidados por gran parte de la tradición precedente- constituyen un objeto de estudio de particular importancia en el que se deben incluir también no sólo los complejos sistemas gestuales y cinéticos (Hayes 1964; La Barre 1964) -de gran incidencia cultural- sino también las estructuras estilísticas y narrativas que se pueden pesquisar fácilmente -y es muy útil e importante hacerlo- en el texto verbal (De Lollis 1904, [1968]; Petrini 1925 (1967), 1928; Contini 1947, 1953; De Robertis 1946, 1947; Federici-Contini 1968); así como los valores "poéticos" o de otro tipo que en los textos emergen.

Comprobar que todo texto es portador indirecto de material perteneciente a los sistemas sígnicos no-verbales, es fácil y múltiplemente contrastable: escribir significa necesariamente transcribir y elaborar el habla o incluso sustituirla. A su vez, el habla no existe aislada de los otros sistemas sígnicos no-verbales, ya que justamente se habla siempre de cosas que son o "naturales" o sociales , las cuales a su vez (Peirce [1931-58]; Morris 1938; Eco 1975, 1980, 1984; cf. et. Vico 1744) hacen parte de otros tantos sistemas sígnicos; es decir: el texto de la descripción es verbal; las cosas descriptas por el texto, no verbales pero sin embargo sígnicas. Más aún, las varias actividades humanas hacen siempre parte de sistemas sígnicos no verbales.

2.4.3. Es en los sistemas sígnicos verbales y no verbales de cada comunidad en donde están incorporados y fijados los valores de la comunidad misma (Rossi-Landi 1968c; Sapir [1949]; Whorf [1956]; De Mauro 1981). En consecuencia, las ideologías siempre se manifestarán como sistemas de valores de variado tipo: estéticos, religiosos, morales, jurídicos, políticos, etc. Es por ello que el examen de los valores hallados en el texto nos conducirá inmediata e inevitablemente más allá de texto mismo. Es difícil pensar como posible un texto sin presuponer implícita o explícitamente tales valores.

2.4.4. A su vez, así como el análisis del texto nos conduce más allá del texto mismo, valores e ideologías no pueden ser interpretados autónoma, independientemente de la cultura vulgarmente llamada "material". Y el fundamento de la cultura material es la estructura económica y tecnológica de la sociedad; es decir el modo por el cual son asegurados la producción, la circulación y el consumo de los bienes indispensables para la sustentación material de sus miembros. (Marx, 1867: I, 389). Este proceso no es más que una verdadera y propia "transacción" (i.e. comunicación) entre el hombre y su habitat natural; y entre los miembros y los grupos de la comunidad social en cuestión.

2.5 Aceptado el desarrollo hasta aquí expuesto, aun siendo en sus principios generales, se impone aclarar una cuestión muchas veces mal entendida y fuente de importantes equívocos que frecuentemente fuerzan los estudios frustrando así la investigación emprendida: un texto a veces se refiere directamente a todos los núcleos de factores enunciados; otras veces explicita uno o algunos de ellos, directa o indirectamente, mediante una ficcionalización o incluso una compleja mistificación. En suma (Bloomfield 1933; Verón 1980, 1986) será necesario reconstruir estas mediaciones, siendo a veces sumamente complejo hacerlo.

Asimismo, la situación se complica grandemente si recordamos que la situación social de un autor no está tan sólo determinada por la lengua y cultura maternas, ni tampoco solamente por la tradición literaria en la cual se ha formado ni siquiera por la entera cultura de su comunidad o la suma de ellas o las tradiciones culturales a las cuales tuvo acceso. Estos factores no bastarán para agotar la explicación si no se consideran también las elecciones personales que el autor ha realizado para forjarse así una tradición propia en la cual se inscribe, a la que modifica, culmina o incluso inicia.

Vista así la problemática de las influencias adquiere una notable importancia, superando la suposición sencillamente imitativa, y pierde el carácter lineal, estático y esquemático tan común en la tradición filológica finisecular. Un texto y su autor analizado serán el epicentro de un complejo de "esferas concéntricas" -e incluso algunas superpuestas- de posibles o probables influencias -y no sólo influjos- conscientes e inconscientes; buscados o causales (Piglia 1974).

2.6. Esta complejización de la concepción de la tradición cultural de un texto y de su autor nos lleva a la conclusión de que toda interrupción en el nivel de resolución del análisis de una determinada obra, es, por definición, arbitraria -aun cuando pueda estar justificada por límites o condicionantes prácticos-. En consecuencia, podemos fácilmente reconocer que: la completa explicación de la situación histórico-social de un autor, coincide en definitiva con la situación histórico-social del entero grupo humano a él contemporáneo, a la cual pertenece en ese determinado período y en un contexto situacional real.

2.7. Un caso particular, que aparentemente refutaría dicha afirmación sería cuando un determinado autor parecería que logra "salir" o "escapar" o incluso "superar" la misma situación de su contexto situacional (sea en sentido positivo como negativo). Esta "excedencia" de un autor en relación a los factores que lo han condicionado (obviamente la expresión tiene mucho de metafórico) parecería darse en muchos autores "renovadores", "revolucionarios", "vanguardistas" y hasta "revulsivos" (y tal vez también se daría un proceso análogo aunque inverso, en los autores "conservadores", "retrógrados", "puristas" e incluso "reaccionarios" (Gramsci [1975]: Q. 23,3) -es decir "realistas" (Rossi-Landi 1968a; Bourdieu 1982)-. Dicha excedencia entonces, no puede residir más que en dos factores que, como reiteradamente afirmamos, son en definitiva uno solo: o es la con-formación de una nueva forma (fórmula) estilística o es en la afirmación de nuevos valores (o viejos rejuvenecidos) a los cuales entreve y quiere hacer entrever a sus lectores, y en algunos casos incluso, proyecta como una forma de literatura o como una sociedad distinta de la suya (Eco 1962: C III; Rossi-Landi 1968a, 1985; Goytisolo 1967). Pero, aun en la invención de lo imposible, de lo distinto, hay también una representación o un modelo ( in absentia) de lo real (Barilli 1974), de su propia e insuperable realidad, de su presente intransferible: el imposible imaginado está en relación con lo real refutado: aquella invención implica el rechazo de aquel real.

2.8. El contexto situacional (histórico-social) de un autor (y lo mismo se podría afirmar del contexto de recepción del lector), en el marco de la radical complejidad descripta, necesita de la elaboración de un esquema interpretativo (o modelo terciario -metalingüístico-) que permita llevar a cabo una contextualización global, lo más completa y total posible. Dicho análisis necesita de la inclusión de la obra y del autor (y repetimos, también en su proceso decodificativo, del lector) en su contexto histórico-social (Bajtin 1965) o sea, en su propia estructura significativa (Goldamnn 1959) en el centro de la cual se ubica la reproducción social (como principio productor de todas las cosas) de la comunidad cultural en la cual se ha originado dicha obra en cuestión (Rossi-Landi 1985).

2.9. La reproducción social puede ser entendida como el principio formante de todas las cosas; es decir el conjunto de procesos por medio del cual una comunidad, cultura o sociedad sobrevive, crece o al menos continúa existiendo.

Obviamente la noción posee una fuerte connotación económica (y tal vez también biológica) ya que el centro del concepto de reproducción social está en la producción de bienes para el consumo (inmediato o mediato) de los integrantes de la comunidad.

2.9.1. Pero de ningún modo la actividad productiva de tales bienes puede cubrir totalmente el proceso global de la reproducción social, ni siquiera en sus niveles más elementales y básicos. Ocurre que para satisfacer tales necesidades básicas los individuos deben, forzosamente -y aun de mil maneras distintas- reunirse u organizarse en grupos, poniendo en acto inmediatamente otros procesos sociales. Ante todo la necesidad de acumular algunos de los bienes producidos y que no serán inmediatamente consumidos. Y esto implica formas de organización de los individuos en grupos, muchas veces altamente complejos. Y todos los procesos principales que se desarrollan en una sociedad, pueden reducirse o explicarse desde una perspectiva semiótica, es decir como un sistema de organización sígnica.

2.9.2.

Dicha organización sígnica, como estructura o mecanismo semiótico-estructural es, necesariamente, ante todo, producto de una práctica o praxis social: i.e. la totalidad del trabajo desarrollado por los individuos de dicha sociedad, para así obtener los bienes materiales, necesarios para su supervivencia. A su vez este trabajo social, produce la historia (cultura) de la sociedad.

2.9.3. La práctica social puede modelizarse en tres momentos esenciales: a) la lucha de clases; b)el dominio práctico de la "Naturaleza"; y c)la investigación científica.

2.9.4. A su vez, la reproducción social (i.e. el mecanismo semiótico de la cultura o superestructura) puede desdoblarse también en un modelo triádico con tres momentos fundamentales: a) la producción; b) el intercambio; c) el consumo. Y finalmente en la Historia (i.e. el producto de la Reproducción social) pueden distinguirse a) una historia pasada, b) una historia presente y c) una historia futura. En otros términos, la dialéctica entre conservación e innovación; entre lo real y lo posible; entre ideología y utopía.

2.9.5. Del esquema anterior, lo más importante será reconocer a la reproducción social como el momento o aspecto instrumental de la realidad, el límite máximo de existencia o sea, la condición de posibilidad de la conciencia, del lenguaje, del pensamiento, y también de los bienes materiales entendidos como signos ( cfr. Barthes 1965).

2.9.6. Otro elemento importante a tener en cuenta será destacar la implícita analogía (o total homología) (Rossi-Landi 1967e) entre producción-intercambio-consumo y emisión-comunicación-recepción.

2.9.7. En efecto, producción, intercambio y consumo son elementos interdependientes, así como lo son la emisión, la comunicación y la recepción. Y es en el intercambio en donde está la raíz de la comunicación como intercambio de mensajes verbales o no-verbales. Pero a su vez, los procesos económico-materiales pueden ser vistos como procesos comunicativos, de mensajes no verbales (Rossi-Landi 1967e).

2.10. En el marco de la reproducción social, se podrían distinguir los modos de producción (fuerzas productivas y relaciones de producción) que constituyen la base o estructura de cada instancia de la reproducción social y la superestructura, o sea, todo aquello que no se refiere a los modos de producción de manera directa y que en gran medida se aleja o se separa de la estructura, adquiriendo una relativa autonomía y desarrollándose según leyes propias (Habermas 1982 (1988), 1986). Este tal vez sea el núcleo central de toda investigación socio-histórica, es decir, tratar de describir las relaciones complejas y entrelazadas de los distintos elementos constituyentes de la reproducción social (Gramsci [1975]; Rossi-Landi 1972, 1985; Williams 1958, 1962, 1973, 1976, 1977, 1980a, 1982b, 1981).

2.11. La mediación entre la estructura y superestructura se da justamente gracias a la utilización consciente o no, de los sistemas sígnicos. En este marco, hablar de un sistema sígnico implica, no sólo disponer de un código y de las reglas para utilizarlo, sino también de la existencia de determinados universos del discurso (Rossi-Landi 1961), en el ámbito de los cuales, se realiza la comunicación.

2.12. Desde esta perspectiva, el concepto de universo del discurso (Rossi-Landi 1961) adquiere una importancia capital, ya que así entendido, y dado que la comunicación se da por medio de sistemas sígnicos, un sistema sígnico y en especial un universo del discurso, es ante todo una "feta" (Vico 1744) de la realidad, cuya pertinencia está organizada por la práctica respectiva, que así modelizada adquiere la forma de planificación social (Lotman 1971; Rossi-Landi 1968e; Milsum 1972; Prieto, L. 1985b, 1987).

2.13. El factor ideológico está presente en todos los niveles de la realidad pero se manifiesta, sobre todo a nivel superestructural; i.e. en las instituciones o actividades humanas socialmente organizadas. Toda actividad social adquiere las características de un código impersonal o suprapersonal (Civ' Jam 1962; Lotman 1970, 1971; Rossi-Landi 1968e 1985). Toda actividad humana es una institución social o una institución ideológica. Las cuales no son otra cosa que articulaciones de la superestructura.

2.14. La organización socio-ideológica es "circular", lo cual es obvio y básico en los sistemas sígnicos en donde "no existen más que diferencias" (Saussure 1915) los cuales están regidos por el principio mismo de la circularidad o retroacción, i.e. de la intercambialidad (teórica) (Gramsci [1975]; Williams 1977) de los roles producto-receptivos. Pero la retroacción o retroalimentación del sistema sígnico se da también porque -y en especial en un nivel determinado de la organización socio-cultural-, en cierto sentido el consumo, posibilitado por el intercambio, "produce" la producción. Los sistemas sígnicos entonces, ocupan una posición intermedia entre la estructura y la superestructura: ya que cada modo de producción y cada institución ideológica, son también, sistemas sígnicos pero que sin embargo no se agotan en ello, puesto que modos de producción e instituciones ideológicas son sistemas sígnicos justamente porque la producción y el consumo son intercambio.

Los sistemas sígnicos están en consencuencia, constantemente abiertos a todo influejo de la reproducción social; pero al mismo tiempo gozan de una cierta dosis de independencia, desarrollándose también según leyes propias.

2.15.

Por todo esto, el comportamiento social en su conjunto, como ya ha sido señalado, está socialmente (culturalmente) planificado. Y esta planificación es, en gran medida no consciente (Rossi-Landi 1968e; Goldmann 1952, 1970).

La planificación de los comportamientos, en grados de mayor o menor consciencia, tiene lugar siempre en una situación totalmente determinada. Nos referimos a una determinación que es obviamente propia de toda circunstancia histórico-social. Por ello, toda acción -especialmente de ruptura consciente - repercute en el todo socio-cultural. Sin embargo, en la práctica concreta, esta acción social se ve drásticamente limitada, porque no todas las fuerzas socio-productivas están en condiciones de actuar efectivamente; sino solamente aquellas dominantes o hegemónicas.

Así, el poder, planifica en todos sus niveles el propio perpetuarse.

Y justamente, los sistemas sígnicos, sirven al poder como organizadores del consenso.

2.16. El problema práctico-metodológico en una investigación concreta, es que para poder comprender la importancia de los sistemas sígnicos, en la planificación social, como mediadores prevalentes entre el modo de producción y las instituciones ideológicas y como organizadores del consenso, se deben tener en cuenta varios y complejísimos factores: a) la enorme variedad y complejidad de los sistemas sígnicos (verbales y no verbales); b) la no-consciencia de los sistemas sígnicos, i.e. el carácter no consciente y suprapersonal de los sistemas sígnicos, sobre todo la de aquellos no-verbales, que frecuentemente parecen "naturales", i.e. no-convencionales (Rossi-Landi 1972) y finalmente c) la dificultad, siempre encontrada, en la determinación de las relaciones entre la estructura y la superestructura, entre modos de producción de producción e instituciones ideológicas.

Es decir, el problema está en ver cómo una determinada sociedad llega a instituir una determinada ideología a partir de determinados modos de producción los cuales a su vez pueden retro-actuar sobre ellos.

Como hipótesis de trabajo se puede pensar en la posibilidad de una "Mente Social" que construye sistemas sígnicos y los impone.

Más allá de los límites de esta metáfora, resulta obvio que los sistemas sígnicos, especialmente verbales, actúan como una fuente de estructuralidad a partir de la cual se organizan las restantes estructuras sociales y los otros sistemas sígnicos, imponiendo así, ideologías fuertemente activas.

De allí la importancia del anterior esquema conceptual para proceder al estudio de las obras literarias, así como de la importancia de dicha investigación.

3. Análisis del proceso textual

3.1. Gran parte de la crítica literaria presemiótica o post-estructural (Barthes 1966, 1970a, 1970b, 1971, 1973, 1975, 1977, 1979; Kristeva 1969; Greimas 1970, 1983), ha considerado al texto literario de un modo particularmente autónomo, es decir, tendríamos por una parte el enunciado textual independientemente de un contexto propio e individualmente determinado, y por otra, la indiferenciada e imprevisible colección de todas las posibilidades en que puede ocurrir que se encuentre tal enunciado. Este es obviamente un modo de razonar típicamente a-dialéctico, por sectores aislados: a la operación de individualizar una forma abstracta corresponde la de someter esa misma forma a los caprichos del devenir. En otras palabras, los géneros discursivos ocurren "porque sí", independientemente de las intencionalidades expresivas e ideológicas (si nos empeñamos en diferenciarlas) del autor. Y lo mismo se podría decir de las condiciones de posibilidad de la decodificación del lector (Mancuso, 1985).

3.2. Este modo de proceder abstracionista o aislacionista, que pretende "aislar" el texto del autor, y en el mejor de los casos, a ambos de las lecturas de las diversas épocas, no puede reconocer algunos fenómenos básicos de todo proceso de semiosis: ante todo, que las reglas de funcionamiento del sistema literario están condicionadas desde lo interno y lo externo, i.e. por las estructuras socioculturales e ideológicas del respectivo contexto histórico-social, lo que convierte al texto en un hipersigno (Corti 1976) o mensaje polisémico, inmerso a su vez en la compleja vida de los institutos (o instituciones) ideológicos, de los géneros (en sentido amplio o estricto), y de las tradiciones literarias nacionales y plurinacionales.

3.3. A continuación se plantea un problema clave, i.e. nos enfrentamos con el análisis del texto aplicando el esquema antes esbozado, procedimiento que podemos llamarlo "re-ubicación de un autor en el proceso de reproducción social". Sin embargo, vale una aclaración: no nos referimos a la ubicación originaria del autor -común a todos los hombres- lo cual no lo diferenciaría de los demás integrantes de la comunidad sino que nos estamos refiriendo a la ubicación selectiva del autor en tanto emisor literario, mayor o menormente consciente, determinada por sus elecciones políticas, sociales e ideológicas.

3.4. La primera etapa en la reubicación consiste en que a partir de un determinado momento el autor toma consciencia específica del proceso de su ubicación originaria: esta primera fase consistiría en descubrir la ubicación del autor en el proceso de su propia reproducción social en tanto su intérprete o al menos como su representante. Es decir, se trata de las elecciones ideológicas y de las varias operaciones intelectuales y morales que el autor ha cumplido cuando se ha puesto a escribir, sea la primera, sea la única o cada vez que lo ha hecho con las posibles diferencias de actitud y/o de finalidad o intencionalidad.

3.5. Ninguno domina prácticamente, en su totalidad, el proceso de la reproducción social; cada uno en cambio se representa y vive personalmente sólo un fragmento; y poco o nada puede vivir de todo el resto, aun cuando el resto actúe sobre él. Esto vale para todo integrante de la comunidad pero en el caso de un autor requiere una particular importancia ya que un autor es alguien que se propone dejar por escrito el devenir de su propio mundo, declarando en modo directo o indirecto, o dejando emerger, todo tipo de reacción hacia él.

3.6. Pero además en el caso de un autor se podría señalar cuándo estas elecciones o reacciones son conscientes o no conscientes, hasta el punto de resultar (aparentemente) repentinas, inopinadas o gratuitas.

3.7. En la segunda fase re-ubicación del autor, se deberá tratar de comprender, de aferrar teóricamente, la situación y las articulaciones generales de la reproducción social en la cual se ubica; es decir, qué es lo que el autor nos dice de su situación: i.e. qué aspectos de la reproducción social ha sentido como suyos; cuáles son las fuerzas que lo han impulsado y condicionado (o determinado) y hasta permitido enviar mensajes. Y dichas fuerzas son, como hemos visto, en gran medida supra-personales y recorren la sociedad entera, puesto que son externas también para él.

3.8. Así entendido, tanto los contenidos expresados, como los instrumentos para hacerlo (el lenguaje, los sistemas sígnicos) son sociales por personalizados que estén, ya que se desarrollan según reglas elaboradas colectivamente ( Saussure 1915); Rossi-Landi 1968e; Lotman 1970, 1971), y que él a lo sumo, colabora mínimamente -por consciente que sea- a modificarlas paulatinamente, ya que toda modificación pide -expresamente o no-, más aún necesita, el consenso de toda la comunidad. La subversión del código nunca podrá ser total y absoluta -lo cual conduciría a la incomunicación- y tarde o temprano finalizará o en la absorción total, o parcial (Eco, 1968: A.3.IV) o incluso en su rechazo (Rossi-Landi 1968a).

3.9. Por todo ello, el autor es un instrumento del cual un grupo social (al cual pertenece -de hecho o de derecho- o no) se sirve para expresarte (v.gr. pensemos en el caso de Virgilio, tal vez el máximo ejemplo de representación ideológica de clase). Por lo cual, si llegamos a reconstruir las elecciones ideológicas fundamentales (sus operaciones intelectuales y morales), en realidad estaremos en posesión de los criterios más adecuados para la interpretación ideológica de su obra, de su clase y de gran parte de su época, en especial si expresa a la clase hegemónica de su propia reproducción social. En otras palabras, la llamada "cosmovisión", concepto que se puede mantener, en tanto se lo flexibilice y complete lo suficiente como para que resulte debidamente interpretativo.

3.10. En este marco teórico, la función del trabajo crítico-científico es clara: no se debe simplemente contraponer (contra-valorar, juzgar) la personal visión del mundo del crítico a la personal visión del mundo del autor ni tampoco sus preferencias estilísticas a las de autor, sino que más bien, se debe tentar de re-conducir a ambas y con ellas cualquier otra posible visión del mundo o preferencia estilística a sus propias matrices en el ámbito de la reproducción social. El problema es vasto y complejo y se puede resolver mediante grados sucesivos, i.e. mediante distintas etapas de investigación (Goldmann 1939, 1964; Eco 1966).

3.10.1. Ante todo se deberá trabajar en un primer grado pre-textual, i.e. en la reconstrucción de las particulares características de la reproducción social en la cual el autor se ha formado y ha continuado a encontrarse inmerso o contra la cual se ha rebelado. Este análisis implica tener en cuenta en qué tradición cultural se ha formado, a la cual ha aceptado o rechazado.

3.10.2. A continuación, se encuentra un segundo grado intermedio, entre lo textual y lo pre-textual, ya que consiste en la investigación de los aspectos de la reproducción social que le han interesado particularmente al autor en la fase de su re-ubicación de clase, y a los cuales ha favorecido o rechazado ideológica o estilísticamente. Es decir, consiste en el análisis del modo y del momento en el cual el autor ha comenzado a tomar consciencia de su ubicación originaria. En este nivel preliminar de análisis, el texto sirve para darnos informaciones o datos necesarios para la investigación textual propiamente dicha.

3.10.3. En un tercer momento (primer grado textual) deberemos identificar las reacciones negativas o positivas del autor con respecto al proceso de reproducción social en el cual está inmerso o con el cual ha estado en contacto, así como de sus comentarios acerca de algún aspecto relevante de la reproducción social o de los procesos en los cuales se encuentra inmerso. A su vez, se deberá comenzar a identificar las fuerzas sociales por las cuales ha estado influido pero de las cuales no se ha dado cuenta o de las cuales ha preferido no hablar.

3.10.4. En el paso siguiente, en un segundo grado textual, se deberán identificar: a) los eventuales elementos de proyección de cambios a operarse en la reproducción social así como b) la distinción de los elementos utópicos, ficcionales e incluso científico-fantásticos además de los elementos de verdadera y auténtica proyección ideológica, políticamente realizable. Aquí el texto debe ser comparado con los aspectos de la realidad social contemporánea, y si es el caso, sucesiva al autor y valorando en función de ella.

3.10.5. A continuación, en un tercer grado de análisis textual, se deberá -y recién ahora verdaderamente se podrá- identificar el material ideológico antes mencionado a nivel de la estricta expresión lingüística: en otras palabras, la aplicación de las categorías no-verbales a las verbales. Es decir, el reencuentro con las estructuras verbales de las cuales el autor se sirve para transferir en el texto, sea para la negación, sea para la afirmación, las estructuras sígnicas no-verbales de su contexto. Es decir, la proyección del texto en el conjunto de la reproducción social del autor y el consecuente y sucesivo relevamiento de las fuerzas sociales que "están debajo" de cada uno de los elementos proyectados o que quedan al descubierto sin que ningún elemento proyectado logre "ficcionalizarlo". Por lo tanto, a este grado de análisis podríamos llamarlo de la decodificación, en sentido estricto, del proceso de comunicación literaria.

3.10.6. Finalmente, un cuarto nivel textual, a su vez articulable en operaciones históricas, analíticas y críticas, sería el de la valoración filológica y estética que implicará también una valoración ideológico-filosófica y viceversa, puesto que son en realidad indivisibles, aun cuando metodológicamente (i.e. lógicamente) distinguibles.

3.11. En conclusión, el texto así entendido y en consecuencia estudiado, podrá ser visto como una acción o praxis desarrollada sobre un proscenio que a su vez nos conduce a un fondo. Cada texto, repetimos, encierra, comprende, una dialéctica entre un proscenio (estilístico) y un fondo (ideológico) o alude a ella. Es en la reconstrucción de esta dialéctica en donde se concentra gran parte del trabajo crítico, ya que el autor a veces excede, otras ilumina o extiende (e incluso no llena), o el proscenio o el fondo o ambos.

Y desde nuestra perspectiva, no es posible partir del proscenio y después llegar al fondo: éste es, por las razones antes elencadas, el punto de partida lógico y cronológico.

4. Lecturas

4.1. Las lecturas (interpretantes) de un texto literario -contemporáneas o posteriores a él- pueden darle al investigador valiosísima información histórica, sociológica y estética. Vale decir, dichas lecturas son indicativas, no sólo de las preferencias de los gustos formales y de las tendencias ideológicas de los diversos grupos sociales en conflicto en el momento de producción y/o acogida, sino y además, manifestar con claridad los condicionamientos de la producción literaria y cultural contemporáneos (o posteriores a ellos).

4.1.1. En principio, resulta fácilmente reconocible la posibilidad de realizar individualmente (en el caso de un autor) o grupalmente (en el caso de una clase social o institución ideológica que se expresa explícita o implícitamente mediante un autor, el cual las representa o a las cuales se asimila) un análisis de las lecturas que en distintos períodos, y en las distintas tradiciones literarias, se han hecho de los distintos textos considerados, viéndolos a su vez como posibles promotores de la producción de sendos textos nacidos a partir de las peculiares lecturas individuales y/o grupales, propias de cada época en las distintas tradiciones literarias.

4.1.2. Resulta asimismo obvio que la posibilidad de llevar a cabo un análisis de las lecturas será en muchos sentidos análogo al análisis del autor y del texto.

4.1.3. Esto implica afirmar que un lector -(co)autor re-produce el texto mediante su lectura, la cual se transforma automáticamente en otro texto(entendido en sentido amplio o estricto del término).

4.1.4. Está claro que el estudio de las lecturas estará limitado por su objetivización real, i.e. en principio sólo se podrán estudiar aquellas lecturas que se han materializado en nuevos textos (literarios o críticos) "reales".

4.1.5. La afirmación precedente, puede, sin embargo, completarse, señalando una obvia salvedad: si bien es cierto que no todos los lectores re-producen un texto, mediante sus respectivas lecturas, con la producción de un nuevo texto "real" (es decir, no todos los lectores, que con sus lecturas están también ellos elaborando un texto, se ponen a escribir un artículo crítico u otra obra literaria inspirada en ella) no es menos cierto que los escritores o intelectuales, y en general todas las instituciones ideológicas de un período, pueden condicionar -e incluso determinar (Rossi-Landi 1961: VII)- hasta tal punto la decodificación de los lectores ingenuos que sus lecturas serán, en líneas generales, básicamente equivalentes.

En otras palabras, los "Nuevos Príncipes", mediante la planificación social y valiéndose de las instituciones ideológicas, guían, cierran, las interpretaciones de los textos reafirmando o creando así, el consenso propio de todo mecanismo semiótico y de toda organización del poder de cada cultura. Asimismo, y aun en el caso de no darse dicha (quasi)equivalencia, las lecturas grupales de un determinado texto (significativo) pueden inducirse directa o indirectamente mediante otras prácticas sociales contemporáneas: reacciones políticas, culturológicas, etc.

Entonces, la apertura de las decodificaciones textuales teóricamente infinita, encuentra en la práctica una determinación a veces casi absoluta (según la mayor o menor fuerza formalizante de una comunidad -y que varía de acuerdo a las distintas características tipológico-culturales (Lotman 1970, 1971, 1973).

4.1.6. En consecuencia, y como conclusión, los grados de análisis textual encuentran una homología casi estricta en los grados de decodificación "lectural".

En resumen, cada lector (creador o no) también es un individuo inserto en un determinado contexto socio-histórico determinante (en el caso de ser un lector ingenuo mucho menos "consciente" que el lector creador y mucho más aleatorio y entrópico en su decodificación).

4.1.7. Los grados de análisis de las lecturas también podrán ser pre-lectural, intermedio y texto-lectural.

En síntesis:

4.1.7.1. De modo análogo al análisis propuesto para el autor, en el grado de análisis pre-lectural se deberá realizar la "reconstrucción de las particulares características de la reproducción social en el ámbito de la cual el lector se ha formado y ha continuado a encontrarse inmerso o se ha rebelado".

4.1.7.2. En el siguiente grado de análisis, se deberá realizar un análisis en parte pre-lectural y en parte lectural. Es ésta la investigación sobre los aspectos de la reproducción social que le han particularmente interesado al lector, comenzando por la toma de consciencia de su inserción originaria.

4.1.7.3. En el primer grado textual, está la identificación de las reacciones positivas o negativas del lector al proceso de la reproducción social a la cual pertenece o con las cuales está en contacto, así como identificar las fuerzas sociales de las cuales ha sufrido su influjo, sin haberse, tal vez, dado cuenta, o a las cuales prefiere negar.

4.1.7.4. En el segundo grado de análisis lectural se procederá a la identificación de los eventuales elementos de proyección de cambios a operarse en la reproducción social (y por supuesto, de más está decirlo, de los eventuales y consecuentes cambios a nivel interpretativo); aquí también se deberán identificar los elementos utópicos de los realísticos; los imposibles de los posibles.

4.1.7.5. El tercer grado de análisis de las lecturas procurará descubrir el material antes identificado a nivel de la decodificación lingüística y de su eventual proyección o influencia expresiva; i.e. la aplicación de las categorías no verbales a las verbales. Sería en definitiva un análisis del eventual "uso" que el lector hace de su lectura.

4.1.7.6. Finalmente, en el cuarto grado de análisis lectural, se procederá a la valoración filosófica, filológica y estética de la respectiva lectura: su grado de innovación o conservación, su productividad estética e ideológica.

4.1.8. Resumiendo, y parafraseando la conclusión pertinente del capítulo precedente acerca del análisis del autor, se puede afirmar que la lectura (Texto 2) o interpretante del texto elaborado por el autor (Texto 1) también es un hipersigno y puede por tanto ser visto como una acción desarrollada sobre un proscenio que nos conduce a un fondo o contexto. Cada lectura (=Texto 2), así como cada texto (=Texto 1), encierra una dialéctica entre proscenio y fondo o alude, directa o indirectamente, a ella. En la reconstrucción de tal dialéctica está una parte sustancial del trabajo aquí propuesto.

4.2. De lo dicho, resulta obvio que las decodificaciones del texto literario (lecturas o interpretantes de ese texto) padecen los mismos condicionantes sociales que la producción del mismo (sobre todo porque muchas veces una lectura equivale a la re-producción del texto e incluso de un anti-texto). Es decir, las respectivas lecturas estarán en relación -implícita o explícita - con la concordancia o no de las ideologías de los lectores con la del autor; e incluso con las creencias de los receptores acerca de la ideología del autor. La interferencia en la decodificación posee entonces, los mismos -o análogos- y complejos condicionamientos de su producción; razón por la cual se pueden ver a las lecturas como signos complejos (interpretantes) que limitan y preparan, directa o indirectamente, implícita o explícitamente, la producción literaria contemporánea o futura, sea como continuación (cruce o realismo), sea como oposición (ruptura o vanguardia) ideológico-formal.

Y se debe tener en cuenta, una vez más, que todo cambio a nivel significante implica, necesariamente, un cambio a nivel significativo y viceversa. Sin un cambio a nivel del significante, no se produciría ningún cambio a nivel del significado. Es decir, con la reafirmación de una determinada forma significante, aun cuando se realice alguna modificación o retoque parcial, lo único que se favorece en realidad es la consolidación o restauración -o como máximo una adaptación- de una determinada ideología dominante, o sea de una hegemonía socio-cultural y por eso semiótica, i.e. de un mecanismo semiótico tendiente a reafirmar un determinado consenso, construido desde el poder, y por ende de una determinada hegemonía sígnico-cultural en su perpetuarse.

4.3. La cultura de una determinada sociedad, concebida como un gran y complejo mecanismo semiótico en el marco de la reproducción social de esa sociedad, tiende, como se dijo, a perpetuarse también a nivel de los sistemas sígnicos (tal como lo manifiestan claramente las Academias y las Autoridades). Estos -los sistemas sígnicos-a pesar de cierta autonomía, condicionan y a su vez son condicionados por los otros elementos (o estructuras) de la reproducción social. Es por ello que los grupos hegemónicos (aun con fuertes oposiciones alternativas) pueden llegar a conservar su control mediante la reafirmación o restauración mistificada de sus bienes y valores, excluyendo, marginando, dominando, transculturalizando -en definitiva, integrando- las pluralidades culturales engendradoras de contradicciones y de competencia (sígnica, económica, política), en el seno de la misma: i.e. excluyendo o anulando la expresión sígnica de la lucha de clases sobre la que se asienta, en mayor o menor medida, toda cultura.

Todo control político y económico, implica obviamente también, un control a nivel semiótico; sea no-lingüístico, sea lingüístico (sistema modelizante primario -es decir el derecho a producir en la lengua nacional y/o dialecto prestigioso- o secundario -expresado en la dialéctica entre el "proscenio" social y el respectivo "trasfondo"-). Se comprende entonces la importancia metodológica, epistemológica, lógica, teórica y práctica del concepto de hegemonía; i.e. la expresión semiológica del dominio de clase, propio de toda cultura, sin excepción. La(s) clase(s) dominante(s) de una sociedad ejercen un determinado dominio económico-político (directa y efectivamente) real -al cual podemos denominar, simplificando, el Poder (profundo) de una sociedad (que siempre organiza el consenso a través de los mecanismos sígnicos)- y una no menos real hegemonía de las fuerzas culturales y sociales activas sobre los restantes grupos sociales (representantes de hegemonías alternativas o que disputan ese poder socio-económico o que simplemente padecen ese poder de los grupos dominantes).

4.4. A partir de esta afirmación se comprende como el análisis riguroso de un sistema modelizante secundario como es la literatura puede (y debe) posibilitar la elaboración de una teoría de la cultura de carácter global y dialéctico; más aún, se comprende como en gran medida la formación o perpetuación de una determinada hegemonía se funda y realiza a través del uso, extensión e imposición del lenguaje (o mejor aún , de una determinada variante -diastrática o diatópica- del mismo) y de determinadas formas (y por ende ideologías) literarias (y sígnicas en general) que se imponen como una elección cultural, excluyente de contradicciones -i.e. disputa del poder (especialmente bajo la forma de arquetipos mistificados e inamovibles) en relación directa con la afirmación y/o constitución de una determinada identidad nacional, bajo la forma de una esencia a-priorística y reduccionista (a veces francamente oligárquico-xenófoba u oligárquico-integrista) la cual expresa en definitiva una determinada estructura significativa que en definitiva es axiológica (cfr. Said 1984).

4.5. En síntesis, y como conclusión de lo expuesto, queda por analizar pormenorizadamente el concepto de hegemonía, el cual hemos reiterado desde diversas perspectivas y que se nos ha presentado como clave interpretativa central de toda reproducción social. El término teórico de hegemonía es obviamente una categoría interpretativa sociológico-cultural pero también estilístico-formal, ya que otro de los supuestos de nuestro discurso ha sido, también repetido con insistencia, la suposición de que toda traslación a nivel significante implica algún tipo de modificación a nivel del significado, con lo cual toda modificación ideológica es también estilística y viceversa.

El concepto de hegemonía re-creado en la tradición crítica presemiótica por Gramsci [1975] ha sido lúcidamente comentado por Williams (1976, 1977, 1981) y por Rossi-Landi (1972 , 1985), pero de todas maneras no ha sido, en nuestra opinión, adecuada o al menos sistemáticamente aplicado al estudio de una literatura nacional, o de una tradición literario-cultural global o de un período literario de alguna época en particular. Existen sí algunos análisis ejemplares desarrollados según categorías explicativas análogas y/o paralelas (Segre 1963, 1969, 1974; Hatzfeld 1976) aunque limitadas a un autor o a un estilo de época. Y lo que es más importante, sin analizar el campo intelectual de una tradición literaria o de un período más o menos prolongado y sin considerar, en términos dialécticos, la oposición entre fuerzas culturales hegemónicas en formación, apogeo y decadencia.

4.5.1. Apelando a la brillante sistematización de Williams (1977), el concepto de hegemonía aparece en gran medida clarificado y más ordenado que en las geniales páginas de los Quaderni di Carcere.

4.5.2. "La definición tradicional de hegemonía -explica Williams- es dominio o autoridad política, en particular en lo que se refiere a las relaciones entre (...) las clases sociales, y en particular en lo que concierne las (...) clases dominantes" (1977: II, 10).

4.5.3. Por eso es que Gramsci diferenció taxativamente "dominio" de "hegemonía": "el primero se manifiesta en formas directamente políticas y, en períodos de crisis, con coherción directa o efectiva, mientras que la situación normal está dada por un complejo interaccionar de fuerzas políticas, sociales y culturales" (Williams 1977: II, 10). Y por eso es que el concepto de hegemonía se refiere no sólo a esta situación de dominio de facto sino también a las fuerzas sociales activas que son su conditio sine qua non, su supuesto básico. Es decir, salvo en casos de dominio directo en períodos de crisis social manifiesta (dominio externo, revolución, e incluso guerra), la clase dominante no organiza su poder de modo directo, sino más bien y por el contrario, de modo total y absolutamente indirecto, mediatizado y mediante una (casi siempre falsa) comunidad de consuetudinarios valores (de dominio). Ya hemos visto cómo el poder (cfr. supra cap. 3) organiza ni más ni menos que semióticamente su consenso, y con un grado de consciencia directamente proporcional a la capacidad de decisión activa de los integrantes o participantes directos del mismo. Por todo ello, el concepto de hegemonía -y no de dominio- resulta el más adecuado para referirse a los complicados mecanismos de control social y cultural: sígnicos en última instancia. Dichas formas de control serán siempre formas de control político, social y económico y por ello cultural, en sentido pleno.

4.5.4. Esta interpretación del mecanismo (semiótico) de la cultura (en gran medida común a los aportes realizados por la escuela de Tartu (Lotman 1973, 1977a, 1977b, 1978, 1981, 1982)), posee una virtud incuestionable que permite comprender con gran profundidad los fenómenos socioculturales; i.e. ante todo que "las formas de dominio y subalternidad corresponden a los normales procesos de organización y control social en las sociedades avanzadas" (Williams 1977: II, 10) (especialmente con una tradición cultural solidificada y afianzada) por lo cual cualquier proyecto de reforma social deberá partir de este reconocimiento y de la "formación de una hegemonía alternativa, por medio de la práctica conexión de muchas y diversas formas de lucha", y no sólo las tradicionales que resultan ineficientes -sobre todo en las sociedades altamente industrializadas y/o post-industriales (cfr. Eco 1962, 1964; Carravetta & Spedicato 1984)- ni con la aplicación de esquemas abstractos elaborados para estructuras sociales diversas o para otras épocas con situaciones históricas muy distintas. Los orígenes de cualquier hegemonía alternativa nacen para Gramsci básicamente de aquellos grupos sociales que, por excluidos, aun no se reconocen como tales y que pueden -o "deben" según la interpretación de Williams (1958, 1961, 1977, 1981)- transformarse en hegemónicos.

4.5.5. El otro aporte fundamental y en gran medida revolucionario de la concepción gramsciana, que corrige uno de los puntos débiles del marxismo vulgar, es la reconsideración de la actividad cultural, reconsideración basada justamente en el concepto de cultura como una dialéctica de fuerzas hegemónicas y de otras menos prestigiosas: "La obra y la actividad cultural no son (...) una superestructura" (Williams 1977: II, 10; cfr. et. Williams 1973b). Esta corrección está atestiguada en los voluminosos y fundadores trabajos de la tradición crítica neo-marxista italiana del novecientos (Russo 1929, 1943, 1947, 1949, 1960; Sapegno 1945, 1951, 1953, 1959, 1961; Binni 1936 (19776), (1941), 1960, 1973; Petronio 1958, 1959, 1963, 1964; Salinari 1953, 1967a, 1967b; Trombatore 1950, 1959; Banfi 1960, 1961, 1962, 1970; Della Volpe 1936, 1941, 1954, 1960, 1967, ap. 1972-3; Ambrogio 1963, 1968, 1971, 1972; Luperini 1965, 1971a, 1971b, 1976; Timpanaro1965, 1970; Sanguinetti 1961, 1965, 1967; Scalia 1966, 1968, 1973; Muscetta 1953, 1958, 1976). La cultura, desde esta perspectiva, no es un simple reflejo (rispecchiamento), mediatización, tipización o ficcionalización de los mecanismos económicos (lo cual convertiría a la cultura en una simple "estructura superficial" de la ineluctable actividad económica más o menos inmutable) sino que más bien forma parte de esos mecanismos o procesos fundamentales de la organización social (reproducción social y mecanismos semióticos, en los términos antes utilizados). La cultura es justamente la que cumple la función de estructuralizadora social (en su función jerarquizadora, aplicando mecanismos de control -y muy especialmente el lenguaje y por sobre todo su uso literario-), la forjadora de consenso, la constructora de mentalidades que impliquen un inevitable correlato político, económico y social. En todo caso, la aceptación de la "teoría del reflejo" sería sólo y parcialmente admisible, desde la perspectiva del investigador: a él esa estructura cultural le refleja una determinada estructura económica (y no sólo económica) pero, en la realidad de los hechos, esa tradición cultural y esa práctica cultural hicieron, conformaron esa estructura político-económica. En otras palabras: la supuesta superestructura es tanto o más activa (y retroactiva) que las demás estructuras sociales.

4.5.6. Una investigación del género presenta muchísimas dificultades a superar: de consciencia (falsa consciencia, o consciencia posible del investigador así como de los actores de los hechos) y dificultades prácticas (dada la complejidad de toda tradición o período histórico).

Además, resulta obvio que el reconocimiento de la díada de "dominio-subordinación" será rechazada por muchos, que no se admiten -más aun, que no pueden reconocerse- como dominadores o dominados (especialmente los últimos), porque estos mismos conceptos superan en muchos casos la consciencia posible de sus integrantes, ideologizados por dicho sistema económico, social y que ante todo es hegemónico-cultural, conformadores de sus reacciones y aspiraciones sociales (Eco 1964, 1976, (1978), 1977).

Asimismo, "una hegemonía vivida es siempre un proceso y no, (...), un sistema o una estructura" estática, es "un complejo de experiencias, relaciones y actividades, con límites y presiones específicas y mudables". Es decir, "la realidad de cada hegemonía" es que "no es nunca ni total ni exclusiva, puesto que en cada momento existen formas alternativas o directamente contrapuestas de política y cultura" (Williams 1977: II, 10) (significativas o no). Estas contradicciones (a veces bajo la forma de sub-cultura, contra-cultura, anti-cultura y también -aunque más raramente- de para-cultura) pueden influir significativamente en el dominio hegemónico de la sociedad y otras veces -tal vez las más, a pesar de la magnitud circunstancial de algunas contradicciones culturales-, no lo alteran ni lo modifican sino mínimamente (debido a la absorción que efectúia el [supra] código social). Es por ello que resulta claro que, "la función hegemónica decisiva" -en culturas fuertemente standarizadas o "culturalizadas" (es decir, formalizadas o asentadas)- "consiste en el controlarlas, transformarlas o directamente, asimilarlas". Una hegemonía no será nunca estática (i.e. no adaptativa) por conservadora o reaccionaria, el cambio -como mecanismo semiótico- puede favorecer -en especial en las sociedades desarrolladas- la conservación, en vez de impedirla (Eco 1963, 1983). El cambio (superficial) es el que más favorece la conservación de las fuerzas hegemónicas tradicionales (Lotman 1971). Por ello, se impone el reconocimiento del proceso hegemónico "no sólo en los procesos activos y formativos, sino también en aquellos de transformación" ya que "la cultura dominante produce y al mismo tiempo limita, sus propias formas de contracultura".

4.5.7. Lo que propone en definitiva la crítica gramsciana, con una sorprendente sensibilidad semiótica actual, es ni más ni menos que una crítica del sentido común, función previa de toda praxis social -cualquiera sea su finalidad, conservadora o revolucionaria- para desnudar los mecanismos que rigen una sociedad; es decir desnudar y desmenuzar esa consciencia sedimentada en el hombre por las fuerzas hegemónicas tradicionales (tan sedimentada que le resultan "realistas") y que se opone a la consciencia que en él surge de la acción, de la praxis social, de la correspectiva transformación.

Este plan de trabajo aplicado al estudio de la literatura, o mejor dicho de una tradición literaria en una fase de su desarrollo, clave en la conformación de una determinada hegemonía, implicará develar los textos desde una perspectiva global y totalizadora, que los ubique adecuadamente en el proceso de reproducción social en el cual se con-formaron y al cual contribuyeron a formar -y no sólo reflejaron- y las consecuencias mediatas o inmediatas que los mismos tuvieron en el intelecto colectivo de la tradición considerada. Los mecanismos de formación y conformación de hegemonías, como acabamos de comentar, son altamente complejos, pero una adecuada investigación si bien no es definitiva, será al menos reveladora de los mismos. Máxime si simultáneamente se recuerda que los procesos sociales, repetimos, son procesos sígnicos, es decir, mediatizaciones significantes y no puros conceptos significados ni tampoco inexistentes procesos significantes puros.

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Publicado en Ad-VersuS , 1, diciembre 1990, Roma-Buenos Aires:11-32